@BarbaraCabrera
¿Será cierto que cada pueblo tiene el gobierno que merece?
Se abre el telón. Aunque no se trata
del primer acto; es más, no se sabe a ciencia cierta que parte de la obra se
desarrolla. Lo que es manifiesto es el guión, los acontecimientos que ahí se suscitan. El más reciente y polémico: la
entrega del primer informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto y circundante a
ello, el público espectador y las diversas reacciones desatadas.
Vale recordar aquellos ayeres
donde el Presidente de la República viajaba en un carro descapotado, ufano,
vanaglorioso; dándose baños de pueblo al que se acercaba para recibir sus
aplausos, admiración y adulaciones. Le seguía la lectura por horas de su
informe de gobierno, mismo que se reproducía íntegro al siguiente día en los
periódicos de mayor circulación. Su autoridad no estaba en duda. Desde hace
algunos sexenios la situación ha cambiado casi por completo; ese que se conocía
como “el día del Presidente” no lo es más. Por lo menos no como lo escribía la
historia. Actualmente, y pese a que el insalubre besamanos lucha por regresar y
el aplausometro se hace manifiesto; la figura presidencial es ya observada por
muchos y se le exige en consecuencia. Punto y aparte es el escaso interés del
preciso en turno para escuchar y gobernar en pro de la mayoría y si a favor de
los intereses que representa.
También
es cierto que la sociedad va cambiando y con ello las necesidades. Hoy ya nos
manifestamos, nos organizamos, alzamos la voz. Poco a poco se interviene para
intentar delinear la vida pública nacional en sus diversas expresiones. El
ejemplo más reciente son las diversas marchas y movimientos en contra de
consolidar la reforma educativa a través de sus tres leyes secundarias, la
última de ellas la Ley General de Servicio Profesional Docente, aprobada no de
forma sorpresiva en lo general y particular en la madrugada del lunes 2 de
septiembre por los Diputados; en su turno los Senadores, en un tiempo récord de
32 minutos aprueban en Comisiones el Dictamen y al momento de escribir esta
Nornilandia ya se había aprobado por votación económica la estrechez de
términos y saltando la primera y segunda lectura entraron al debate que seguro
llevará a aprobarla ese mismo día.
Dicha
aprobación en la Cámara de Diputados se da después de la entrega-recepción del
informe por parte de Miguel Ángel Osorio Chong –uno de los hombres fuertes y
operadores de Peña- quien dio un discurso anquilosado, breve, acompañado de una
cajita blanca que se dice contiene el informe del estado que guarda la
Administración Pública Federal. Un día después, al estilo canal de las
estrellas, Peña Nieto lee un mensaje a la Nación de poco más de una hora,
arropado de aplaudidores, entre los que estaban su gabinete en pleno y el
ampliado, políticos de diversos partidos, artistas y su numerosa familia. Se
contabilizaron 7 interrupciones con
aplausos como en los viejos tiempos.
Frente
a toda esta parafernalia tenemos a los espectadores, esos que padecen o no con
la situación actual, donde no hay salario mínimo decoroso y lejos se está de
satisfacer la canasta básica; donde la gasolina sube mes tras mes; donde la
brecha digital hace presa a un sector que algunos perciben como inexistente;
donde los índices de corrupción crecen como la espuma. Esos espectadores pudieran
agruparse de “n” maneras; no obstante, para efectos del asunto que atañe a esta
Nornilandia, presento una clasificación a continuación:
Los
críticos
consideran que en tiempos de crisis política, es preciso revisar la utilidad y
funcionamiento de las instituciones que conforman nuestro sistema político.
Los
consecuentes saben
que en esta sociedad es preciso mantenernos informados para formar una opinión
responsable. Alertan de la necesidad de utilizar las TIC de forma consecuente y
llevar sus opiniones a las acciones.
Los aplaudidores, son esos que se entregan en cuerpo y mente a “su
candidato” hasta hacerlo ganar y entonces lo transforman en “su gobernante
inmaculado”. Consideran su triunfo algo tan suyo que incluso los llevan a
reciclarse y reproducirse. Todo ello sin recibir absolutamente nada a cambio, o
tal vez sean afortunados y alcancen unas cuantas migajas.
Los simuladores: se quejan, exigen; pero poco hacen para cambiar. Es
más, muestran confianza y seguridad cuando están sentados en su cómodo sillón
de status quo. Y hay de aquellos que
pretendan moverlos, no se inmutan.
Sin
duda, los septiembres que vienen no sabemos como serán; ni si a estos
personajes se sumarán otros tantos; pero si es posible adelantar que los
ciudadanos estaremos cada vez más atentos e interconectados para que las
autoridades sepan que estamos ahí y no dudaremos en hacernos notar.
Llámenme
idealista, pero yo sigo trabajando para rescatar este #MéxicoLindoyHerido y
dejar un mejor mundo al que encontré. Ustedes mis lectores ¿se suman a ello?
Por
hoy es todo.
¡Hasta
la próxima Nornilandia!