31 ago 2010

IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA ELECCIÓN DE LOS LEGISLADORES


@BarbaraCabrera


“Ningún hombre es bueno, para gobernar a otro sin su consentimiento”
Abraham Lincoln

Desde siempre, se ha considerado que el parlamento es el poder más típicamente representativo de la soberanía popular y que en tal consecuencia nuestros “representantes” tienen el derecho a tomar las decisiones que consideren más importantes para el mejor desarrollo de nuestro bienestar y el de la nación.

Y es aquí, donde la participación de sociedad al momento de elegir a sus representantes es fundamental, pues nada menos se eligen a quienes deberán cuidar nuestros intereses y legislar en favor de una sociedad plural como la nuestra.

Sin embargo, surgen las siguientes preguntas ¿Por qué si en “nuestro estado democrático” cumplimos con la responsabilidad de tomar parte en una elección, nombrando representantes, tenemos que dar un extra de participación? ¿Por qué no basta con votar y ya? ¿Por qué tenemos que participar en los problemas de las cosas que nos rodean si para ello ya elegimos a nuestros representantes?

Mauricio Merino, aporta algunas ideas para entender nuestra participación y la resume de la siguiente forma:

“…Participamos porque nuestros representantes formales no siempre cumplen su papel de enlace entre el gobierno y los problemas puntuales de una porción de la sociedad; participamos […] para cuidar los intereses y los derechos particulares de grupos y de personas que se diluyen en el conjunto mucho más amplio de las naciones; participamos, en una palabra, para corregir los defectos de la representación política que supone la democracia, pero también para influir en las decisiones de quienes nos representan y para asegurar que esas decisiones realmente obedezcan a las demandas, las carencias y las expectativas de los distintos grupos que integran una nación…”

Y es que aludimos constantemente a la participación de la sociedad desde espacios muy diversos y con objetivos diferentes, de forma tal que la participación suele ligarse, con propósitos positivos y casi siempre benéficos para quienes se involucran. Sin embargo, Merino Huerta advierte sobre dos dilemas de la participación que hay que tener en cuenta, a decir:

a) No todos quieren participar aunque puedan, y no todos pueden hacerlo aunque quieran.

b) La participación no puede darse sin una distribución desigual de aportaciones individuales, ni puede producir, invariablemente, los mismos resultados para quienes deciden "formar parte" de un propósito compartido.

Los motivos por los que participamos más allá del voto, parecen innumerables, y nos llevan a sostener que representación y participación forman un binomio indisoluble en el campo de la democracia.

A todo esto un punto parece claro, y existencialmente trágico, desde que nacemos, estamos condenados a participar, por que incluso absteniéndonos estamos formando parte de un sector que decidió quedarse pasivo y con ello formo parte de una posición política.

La participación, en los tiempos actuales, es la que comienza por la selección de representantes a través de los partidos políticos, y que sólo más tarde atraviesa también por las instituciones, las organizaciones políticas y sociales, y los ciudadanos que están dispuestos a defender sus intereses frente a los demás. Dicho de otra manera: la participación se vuelve una forma de controlar y moderar el poder inevitablemente otorgado a los representantes políticos.

En tal sentido, la participación debe ser entendida como una relación “operante y operada”, entre la sociedad y el gobierno: entre los individuos de cada nación y las instituciones que le dan forma al Estado. Porque “No podemos conocer una realidad social si no participamos, a la vez en su formación”.

La participación, pues, no es suficiente para entender la dinámica de la democracia, pero sin participación, sencillamente la democracia no existiría. Ahí es donde esta realmente cobra su peso real el valor que tiene la ciudadanía, construir un sistema democrático con su participación.