14 oct 2014

“EL AVIÓOOON… EL AVIÓOOOOON”

@BarbaraCabrera

“La corrupción lleva infinitos disfraces”
Frank Herbert

Un asunto controvertido que ahora cobra nueva vigencia en este #MéxicoLindoyHerido es el relativo al avión presidencial, que algunos han calificado como el “palacio flotante” y no es para menos; en redes sociales y algunos medios de comunicación han detallado este caso, cuya explicación es que la decisión de cambiar el transporte aéreo presidencial se tomo después de una “amplia reflexión”, aunado a que ya habían fallecido dos Secretarios de Gobernación en accidentes aéreos: Juan Camilo Mouriño (en 2008) y Francisco Blake Mora (en 2011) por lo que su adquisición asegura un grado de seguridad ya que este modelo es comparado con un búnker no ofrecido por ningún otro avión de este tipo, rematando con el argumento de que “se trata de una decisión de Estado”
Resumido a cuestiones monetarias, el Boeing Dreamliner 787 (cuyo costo será de 6,769.9 millones y será pagado en 15 años) comenzará a funcionar en septiembre de 2015, una vez que se le terminen de hacer adecuaciones, ya que en estos momentos es un cascarón, lo confesó Gerardo Ruiz Esparza, quien se ostenta como Secretario de Comunicaciones y Transportes.
Para la desmemoria, recordemos que ésta no es una hazaña exclusiva del señor Peña (actual inquilino de la Residencia oficial de Los Pinos), sino que fue un “obsequio” de fin de sexenio de Felipe Calderón, aprobado por el equipo de transición. En aquél 2012 trascendía que el costo de la aeronave alcanzaría el costo de 4 mil 800 millones de pesos; es decir, actualmente y con adecuaciones incluidas el precio se incrementa 1,969.9 millones; eso si no surgen gastos extras.
¿En serio el señor Peña necesita un avión de esta magnitud? ¿Cómo justificar racionalmente la adquisición de la aeronave cuando no se han resulto problemáticas urgentes en este país? ¿Esa “amplia reflexión” incluyó un concienzudo análisis de la pobreza, inseguridad y falta de oportunidades que enfrenta un porcentaje importante de la población en México?
Las posibles respuestas y explicaciones apuntan hacia la corrupción de múltiples disfraces, acompañada de impunidad y complicidad, donde México es campeón.
No obstante, ese es solo uno de los frentes abiertos que aportan a ese fenómeno de desafección de los ciudadanos hacia la política. Resulta que la violencia va in crescendo y con el, la intolerancia de unos contra otros.
Hace apenas unas semanas estalló el hartazgo de estudiantes, que nos hace reflexionar que aquel movimiento #YoSoy132 fue light; hoy los jóvenes parecen toman las riendas, para intentar resolver o por lo menos llamar la atención del grado de descomposición en que estamos inmersos. Lo cual apunta a que un futuro mejor sí es posible.
No obstante, la violencia está generando más violencia. El lunes 13 de octubre de 2014, estudiantes normalistas, junto con activistas de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) en torno a la manifestación para exigir regresen vivos a los 43 normalistas desaparecidos, en su impotencia y cerrazón gubernamental atacaron el Palacio de Gobierno (cuyo titular se aferra a no pedir licencia a su puesto para coadyuvar a apaciguar el entorno); el Congreso local, y el ayuntamiento de Iguala (cuyo presidente municipal y esposa andan a salto de mata desde la desaparición forzada de estudiantes)
Las protestas se intensificarán y recibirán apoyos no solo de otras Universidades del país, sino de la ciudadanía que está cansada de tanta caradura del gobierno.
Y en el mundo peñanietista (cuya principal política pública parece ser “el avióooon… el avióooooon” por aquello de la especialidad en evadir la realidad con líneas discursivas grandilocuentes en cadena nacional que únicamente creen sus aplaudidores y defensores a ultranza); donde la inseguridad va a la baja; donde las manifestaciones se minimizan reduciéndolas a un grupúsculo de rijosos inconformes; donde las oportunidades son cada vez mayores y mejores; donde las inversiones están en jauja y, por ende, vamos que volamos a primer mundo. En ese mundo, el señor Peña convocó a que la sociedad y el gobierno tengan “imaginación, proyectos, asumir actitud propositiva y constructiva” y continúa diciendo “es más fácil avanzar, continuar y modelar la sociedad de progreso y desarrollo cuando hay disposición en los gobiernos” (supongo que no estaba en su mente el caso mexicano), si es así hagamos fila afuera de Los Pinos y Secretarías dependientes para ser escuchados y dejar nuestras propuestas para rescatar lo que nos queda de país.
Por otra parte, la noche del domingo del 12 de octubre, la policía investigadora ministerial de Chilpancingo agredió a balazos a un grupo de estudiantes que se trasladaban en una camioneta rumbo a la ciudad de México después de pasar un fin de semana en Acapulco. El saldo, un ciudadano alemán herido y al menos 20 policías detenidos y parte de una comunidad estudiantil azorada, así como ciudadanos indignados.
Al respecto, una estudiante francesa de intercambio en el TEC de Monterrey campus ciudad de México inquirió: ¿Les parece normal esta violencia? Un mexicano que estudia Relaciones Internacionales le contesta frente a grupo “Deben recordar que vivimos en un estado de conflicto. Hay una guerra contra el narco y vivimos en un país donde esas noticias son cotidianas y las imágenes que difunden los medios se tornan normales”
No sé ustedes, pero a mi me alarman este tipo de normalidades, perder esa capacidad de asombro, es como asumir y esperar a que nada malo nos pase sin hacer algo por mejorar la situación.
Y cuando cuestionamos por varios frentes las decisiones de este gobierno en sus diversos niveles y a los tres poderes, la contestación recurrente continúa siendo: el avióooon… el avióooooon
A pesar de ello, las respuestas a nuestros sinnúmeros de preguntas deben llegar, es preciso pugnar por ellas, y actuar en consecuencia.
Estamos en una época de reflexiones que nos deben conducir a acciones. El país sigue ahí, esperándonos.

Por hoy es todo.
Nos leemos la próxima Nornilandia