@_BarbaraCabrera
“¡Sonamos, muchachos! ¡Resulta que
si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a
uno!”
Tira número 1822 de Mafalda
Tal como lo
expresó Mafalda –personaje icónico de Quino- en la frase inicial de esta Nornilandia,
es necesario actuar para no conformarse con el orden establecido, lo que relaciono
con el poder ciudadano que en los últimos años se ha incrementado en México y
que ha quedado de manifiesto de forma contundente en el año 2018, cuando
millones de mexicanos acudimos a las urnas y votamos por un cambio de régimen
que actualmente está en marcha, conocido como Cuarta Transformación de la vida
pública, liderada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024)
quien en diversas ocasiones ha manifestado: “con el pueblo todo, sin el pueblo
nada”, dicha expresión aviva el espíritu del artículo 39 constitucional que
dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo.
Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El
pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la
forma de su gobierno”; redacción que permanece intacta desde el 5 de febrero de
1917, cuyo ideal constituyó durante décadas de neoliberalismo, una utopía; una
mera declaración de amor constitucional.
A partir de
dicho artículo es posible afirmar que el pueblo es el soberano y deposita su
soberanía en representantes populares y gobernantes para dar cauce a la vida
pública. La cuestión es cuando estos no cumplen el mandato del pueblo y
atienden a intereses distintos, o únicamente obedecen a las élites que les
dictaban que hacer durante el antiguo régimen, del cual aún quedan resquicios en
algunas Entidades Federativas.
De ahí la
trascendencia de hacer uso de los distintos mecanismos de participación
ciudadana, tanto de aquellos estatuidos en la ley, así como los que derivan de
la incorporación de las TIC, por ejemplo, las redes sociales –que destacan entre
todos los servicios que provee Internet- debido a su poder de comunicación,
organización y viralidad.
Hoy, más que
nunca, se está ejercitando uno de los derechos más importantes que tenemos en
la Constitución: el derecho a la manifestación, tal como lo establece el
artículo 9 de la Constitución que dice en su primer párrafo: “no se podrá
coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto
lícito; pero solamente los ciudadanos de la República podrán hacerlo para tomar
parte en los asuntos políticos del país. Ninguna reunión armada, tiene derecho
de deliberar”
Pero, ¿qué
ocurre cuando ese derecho se ejercita para esparcir el odio y para defender la
inminente pérdida de privilegios? Por lo pronto, estamos ante otro de los
milagros de la Cuarta Transformación; donde ahora es posible ver a los
integrantes de la minoritaria oposición moralmente derrotada saliendo a marchar
para -según ello- defender la democracia y gritar “el INE no se toca” sin
siquiera conocer las iniciativas presentadas para actualizar a los tiempos
actuales a la autoridad electoral, entre ellas la del presidente Andrés Manuel,
la cual no destruye al INE, sino que lo democratiza tal como les he explicado
en dos de mis más recientes Nornilandia.
Ellos dicen,
#ElINEnoSeToca
¿Por qué no
dijeron PEMEX no se toca, la CFE no se toca, el salario de los trabajadores no
se toca, las tierras ejidales no se tocan, los ferrocarriles nacionales no se
tocan?
La respuesta es
simple: porque ellos defienden intereses para obtener privilegios.
Lo rescatable de
este asunto es que ahora sí ejercen un derecho que antes cuestionaban y
vilipendiaban; lo que les hace falta es aprender a ser oposición, a estar
informados; despojarse del odio y no caer en la tentación de defender
intereses, olvidándose del bienestar colectivo y social.
Nosotros
saldremos este 27 de noviembre a marchar para celebrar los avances del cambio
de régimen; después de múltiples marchas donde una y otra vez defendimos
múltiples causas para rescatar de las garras del neoliberalismo y políticos
corruptos este gran país.
La marcha del
pueblo, la del 27 de noviembre es –en palabras del presidente López Obrador,
quien dicho sea de paso la encabezará- para celebrar que ya no domina la
oligarquía; marcharemos para celebrar que no se permite la corrupción; marcharemos
para celebrar que ahora sí pagan impuestos los potentados; marcharemos para celebrar
que tenemos finanzas públicas sanas.
Marcharemos para
decir que el 85% de los hogares mexicanos recibe cuando menos una porción del
presupuesto público; marcharemos para decir que nos sentimos muy dichosos de
estar entre todos apoyando a los más pobres; marcharemos para decir que en
México no queremos que haya racismo y que vamos ganando esa batalla; marcharemos
para decir que no aceptamos el clasismo, ni la discriminación.
Marcharemos para
decir que está triunfando la estrategia de atender las causas que originan la
violencia; marcharemos para decir que la paz es fruto de la justicia; la marcha
es para decir que son 12 millones de adultos mayores que tienen una pensión y
que a partir de enero van a tener un aumento del 25%.
Marcharemos para
decir que van a seguir aumentando los salarios a los trabajadores; la marcha es
para decir que 11 millones de jóvenes estudiantes de familias pobres reciben
becas. Marcharemos para decir que nos estamos ahorrando 50 mil millones de
pesos por no pagarle publicidad a medios de información.
Marcharemos para
decir que hay esperanzas, que hay felicidad en nuestro pueblo; la marcha es
para decir que a pesar de la pandemia y otras calamidades, México está
avanzando y se acrecienta su prestigio en el concierto de las naciones, en el
mundo. Para eso es la marcha.
¡Celebramos que
vamos avanzando en la transformación del país y que lo estamos haciendo sin
violencia, de manera pacífica y que es por el bien de todos! porque si hay
justicia hay paz, hay tranquilidad.
Así que, bien
podrían unirse a nosotros para que aprendan lo que significa manifestarse con
causa, no con odio.
Esto, lo celebro
porque estoy feliz, feliz, feliz de que la oligarquía ya no domina; y el
pueblo, es más soberano que nunca.
Es todo por hoy.
¡Hasta la
próxima Nornilandia!