@BarbaraCabrera
“(…) Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación”
Mario Vargas Llosa
A propósito de la libertad de expresión, que constituye una libre difusión de ideas; la cual ha sido blanco de una constante violentación, no solo a los periodistas, sino a la sociedad en general; es que esta Nornilandia la dedicaré a ello y la combinaré con el análisis a la obra de George Orwell llama 1984, específicamente en lo que se refiere a la policía del pensamiento, que da nombre a esta Columna.
Inicio aludiendo lo referente a la Policía del Pensamiento en la obra cumbre de Orwell, considerada como una organización policial ficticia, inspirada en la Gestapo y en la NKVD. Se caracteriza por arrestar a los ciudadanos que piensan en cosas que van en detrimento de los mandatos del Partido. El “crimen de pensamiento”, llamado crimental, es el más grave de todos los crímenes sancionados por el Partido. Esta Policía utiliza unas máquinas, similares a televisores, denominadas telepantallas provistos de un micrófono integrado, los cuales permiten a los agentes de la Policía del Pensamiento escuchar las conversaciones realizadas entre las personas que se encuentran a cierta proximidad de la telepantalla.
El Partido obliga a los ciudadanos, sobre todo a los que ocupan un cargo dentro del Partido, a tener telepantallas en sus casas y oficinas, al punto de eliminar todo rastro de privacidad en la vida del individuo. Es relevante advertir que se tenía mayor control de los individuos que adquirían más escalafón en el Partido.
Además de las telepantallas, se tenía el control mediante el uso masivo de micrófonos instalados en las calles e incluso, en el campo. ¿Cuál era el castigo por pensar mal?. Consistía en ser secuestrado y torturado para hacer confesar los crímenes de pensamiento y, en última instancia, si la persona se resistía, era llevado a la Habitación 101, donde se le quebrantaba definitivamente.
Una parte digna de mencionar es que los proles (así se les llamaba al proletariado) estaban libres del control ejercido por la Policía del Pensamiento, si acaso había unas cuantas telepantallas y les quitaban todo aquel elemento que fuera peligroso para el desarrollo de su inteligencia. Aunque la delincuencia era una condición común entre los proles, debido a que no afectaba de manera directa al Partido, era permitida. Orwell nos dice en su novela “los proles poseían libertad intelectual, porque estaban desprovistos de intelecto”
Lo importante, era que el entusiasmo al Gran Hermano se conservara en el Partido, con el objetivo de que no se perdiera la confianza en éste y no fuese derrocado. La cuestión era mantener el poder. Termino lo que se refiere a la Policía del Pensamiento, compartiendo con ustedes, mis lectores, que en la película de 1984 los miembros de esta corporación visten de negro, casco modelo británico, porra y cinturón negro, con las insignias del Partido en el cuello, con un fusil y un cinturón atado a los hombros en forma de Y. Vale la pena que lean la obra y posteriormente vean la película.
Les comento que cuando leí 1984 de Orwell, hace un buen tiempo, me impactó a tal grado que recuerdo los primeros cuestionamientos que asaltaron mi mente: ¿Dónde queda el ciudadano? ¿En que momento la libertad de expresión no es conocida ni reconocida? ¿Cómo reaccionaría si no pudiera expresar mis pensamientos? ¿Se puede vivir sin la privacidad a nuestra vida?
Ahora paso a la libertad de expresión: Derecho fundamental del que gozamos todos los ciudadanos, y como ya lo adelantaba al inicio de esta Columna, en últimos tiempos es constantemente violentado. ¿Hasta donde llegaremos con esta vulnerabilidad en materia de expresión? ¿Será acaso que en algún porcentaje esa multicitada Policía del Pensamiento está presente en la cotidianeidad de nuestras vidas a coartar la libertad de expresarnos libremente? ¿Hasta donde estamos dispuestos a ceder este derecho en aras de un beneficio colectivo?
Lo cierto es que si no contamos con la manera de opinar libremente, de señalar injusticias y requerir cambios necesarios a las autoridades, estaríamos condenados a la opresión.
Finalizo afirmando que esta libertad es esencial para posibilitar el funcionamiento de la democracia y de la participación pública en la toma de decisiones. Los invito una vez más a ser propositivos y proactivos para incidir en las decisiones gubernamentales.
Tu opinión es muy importante, deja tu comentario.
Es todo por hoy, ¡Nos leemos en la próxima Nornilandia!