@BarbaraCabrera
“¿Oyeron alguna vez
hablar de la inseguricracia?”
#MafaldaQuotes
Este
es el mes del caramelo, el amor, amore,
amour, love, liebe… se respira en el aire. En Nornilandia no podía ser la
excepción, aunque soy una convencida de que este sentimiento debe celebrarse
todos los días y a la menor provocación.
No
obstante, no todo es miel sobre hojuelas. Amar en tiempos de la inseguricracia
es un acto revolucionario. Vean porque lo afirmo.
La
primera vez que escuché aquella expresión (léase inseguricracia) fue en torno a
una imagen de Mafalda, respecto a ella mi reflexión fue: ciudadanía pasiva +
aplaudidores del sistema – los que se van del país + gobierno ineficiente =
complicidad e impunidad al cubo, que deriva en corrupción. Y si a todo esto
sumamos la falta de seguridad, tenemos como resultado la inseguricracia.
En
este sentido, #MéxicoLindoyHerido posee un ranking nada envidiable, según
cifras y datos que arroja la encuesta nacional de seguridad pública urbana a
diciembre de 2013, auspiciada por el INEGI, tenemos:
Sobre
la atestiguación de conductas delictivas o antisociales los resultados son,
incluidos los porcentajes, los siguientes: consumo de alcohol en la calle
(69.4%); robos o asaltos (65.2%); vandalismo en las viviendas o negocios
(57.7%); venta o consumo de drogas (39.3%); bandas violentas o pandillerismo
(31.7%); y, disparos frecuentes con armas (25.6%).
En
este orden de ideas, la percepción social sobre la seguridad pública es: 31.9%
se siente seguro; en relación al 68.0% que afirma estar inseguro.
Finalmente,
el estudio indica que la expectativa sobre las condiciones de la seguridad
pública para los próximos 12 meses no es alentadora; es así que el 18.9% considera
que seguirá igual de bien; el 18.5% que mejorará; mientras que el 35.9% afirma
que seguirá igual de mal; y el 26.1% percibe que empeorará.
Y
mientras esto acontece ¿qué hace la clase política gobernante? En el Poder
Ejecutivo, se instauran políticas públicas y estrategias ineficientes, se
nombra un comisionado para la paz y seguridad y el desarrollo integral (hasta
ahora en Michoacán, pero no descartemos que se unan otras Entidades), dotándolo
de presupuesto y canonjías sin verdaderamente observar y participar de la
realidad; desde el Legislativo, se expiden reformas que implican mayores
sanciones a los delitos, lo que se antoja un Estado represor más que preventivo,
a la par que al servicio del Ejecutivo se aprueban reformas estructurales sin
tomar en cuenta a los representados (ciudadanía); desde el Judicial, continua
la opacidad, el bajo perfil y la aplicación del principio de justicia
selectiva; y así podría seguirme con los organismos creados ex profeso para algún sector o materia,
pero si lo hago le quito lo amorosa a esta columna.
Algunas
consecuencias de esos números y acciones son palpables y se refieren a: el
levantamiento de autodefensas, los desplazados por la inseguridad, los que
deciden dejar el país en búsqueda de mejores oportunidades y calidad de vida;
la falta de legitimidad en el gobierno, lo que implica un fenómeno de
desafección hacia la política y los políticos.
Pese
a todo ello, la pasión por la construcción de un mejor país, para dejar un
mundo más llevadero no debe terminar. Hagamos que así sea, vayamos provocando y
contagiando a más ciudadanos para que, juntos y proactivos, desde nuestras trincheras forjemos ese amor a
pesar de vivir una época de inseguricracia.
¿Qué
es el amor si no una excusa para ser mejores y ser felices? Y ustedes mis lectores
¿Cómo aman en tiempos de la inseguricracia?
Por
hoy es todo.
¡Hasta
la próxima Nornilandia!