@BarbaraCabrera
“Declaro
llanamente mi guerra al Estado, a mi modo, aunque seguiré haciendo uso y
obteniendo cuantas ventajas puede de él, como es habitual en estos casos”
Henry David
Thoreau
La marcha #VibraMéxico
anunciada con bombo y platillo resulto no causar ñañaras en un sistema
resquebrajado y en una sociedad altamente dividida. Ni hablemos que Donald
Trump [últimamente considerado como el ajonjolí de todas las opiniones, miedos
y tweets] ni la sintió… sencillamente no estaba en su radar.
Transitamos entre los
implacables defensores de la marcha y aquellos que de manera férrea pedían no
asistir bajo el hashtag #YoNoVibro. Así se mueve la sociedad civil y uno que
otro político disfrazado de ciudadano. Mientras otros permanecen apáticos,
inertes, como maniquíes. Como si nada ocurriera, cuando aquí y allá pasa de
todo. Ese hecho ejemplifica lo que nos pasa como sociedad, como país. Con esa
cara nos presentamos al concierto de naciones. Eso ocurre manifestación, tras
manifestación y es un fenómeno que parece ir en desgastante crecimiento.
¿Qué es lo que está
sucediendo? ¿No se supone que todos queremos un mejor país? ¿A que se debe la
división? ¿Sumarse o no a los esfuerzos de otros? ¿Qué hacemos? son algunas de
las interrogantes que surgen sin encontrar brújula y donde las respuestas
dependerán de la palestra e ideología donde cada cual se sitúe.
Estamos ante varios frentes,
si antes -por poner un número- teníamos 10 mil problemas por resolver, ahora éstos
se han multiplicado de tal forma que son incontables.
Construir ciudadanía ¿hacia
dónde? ¿Cómo? Un poco de rumbo se tendrá
si se toma en cuenta que las múltiples problemáticas deben ser combatidas de
adentro hacia fuera. Convocar a marchar para repudiar las políticas de Donald
Trump [quien por cierto, no se si ya lo notaron pero no nos gobierna] y
descuidar exigir mejores prácticas gubernamentales y rendición de cuentas en
este país, es mostrar un sinsentido, un camino que créanme no llevará a ningún
lado porque viene de ninguna parte.
Desde #Nornilandia y cada día
pugno por un gobierno que deje de simular ayudas: ya basta de ver al gobierno
como el paters familia y el todopoderoso. Pugno por un gobierno que sin
aparentar proporcione herramientas al ciudadano para mejorar su calidad de
vida, por ejemplo un sistema educativo que vaya más allá de la visión del
creador de “ler” sí, de de Aurelio Nuño y de una buena vez enseñe a pensar, a
debatir, a disentir para la mejor toma de decisiones; un país de oportunidades,
pero no de esas que lanza chichiguas al aire para ver quien las cacha; uno de empleos
dignos y sueldos acordes, para que no se tenga que emigrar a otras naciones en
búsqueda de mejores oportunidades y una vez deportados ser recibidos por el
señor inquilino de Los Pinos en turno como si se tratara de medallistas
olímpicos. Ni aun cuando EPN diga que se entregará en cuerpo y alma en defensa
de los mexicanos. Pugno por un gobierno que no esté en manos de aprendices
[recuérdese al quien se auto etiqueto como tal: “se los digo de corazón y con
humildad: vengo a aprender de ustedes” confesó Luis Videgaray Caso o aquellos
que se cansan a la menor provocación ¡como olvidar al fatigado Jesús Murillo
Karam!. Pugno porque los sueldos, compensaciones, sobresueldos, bonos y
canonjías a los altos funcionarios se frenen y adecuen a la realidad que
vivimos. Pugno por una ineludible desregulación legislativa e institucional.
Pugno por la construcción de una ciudadanía proactiva, pensante, demandante,
observante; capaz de hacer un cambio desde su ámbito, por mínimo que a veces
parezca.
Ya basta de protagonismos
exacerbados, cuando este país requiere liderazgo. No se trata de que se vaya
uno y llegue otro. El cambio debe y tiene que darse desde las bases.
Y ustedes ¿se atreven a hacer
la diferencia?
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!