@BarbaraCabrera
“La
democracia necesita una virtud: la confianza. Sin su construcción, no puede
haber una auténtica democracia”
Victoria
Camps
Hoy quiero que hablemos de democracia; sí mis lectores, dialoguemos sobre esas 10 letras que conforman un concepto inacabado tan repetido en los discursos políticos, las más de las veces son conocer, ni comprender su verdadera esencia.
Etimológicamente
democracia significa el gobierno del pueblo. Sin embargo, en nuestro nivel
histórico, tanto en occidente como en oriente no existe forma política alguna
en la cual el pueblo como tal, ejerza el poder político. La palabra democracia
tiene diversos significados y se emblematiza de diferentes maneras. Su uso ha
ido en expansión en el discurso político; invade cada vez más los ámbitos no
políticos, como el medio económico, familiar, cultural y hasta en el deporte.
Una
de las definiciones más socorridas de este lado del mundo es la que aporta
Abraham Lincoln, citada porque tiene las ventajas de ser breve, directa y
clara: la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo”; sin embargo, no basta para definirla; pues la utilización de
democracia en su sentido literal inicia un discurso descriptivo cuya íntima
naturaleza es permanecer inconcluso.
La
democracia es un principio que sirve de base para un buen gobierno, donde un
instrumento esencial para ejercerla es a través del voto, momento cumbre donde
acudimos a las urnas para decidir a quien delegaremos la responsabilidad ejecutiva
y legislativa.
En
este preciso momento es relevante parafrasear a Bovero, quien afirma de manera
acertada que muchas de las “desilusiones de la democracia tienen su raíz en la
misma naturaleza indirecta del proceso decisional político” ya sea porque se
pierde o porque esta mal representada; después del voto, los ciudadanos se
sienten alejados de sus representantes, y estos, se transforman en un ser
superior. Como decía Orwell, todos los ciudadanos son iguales, pero algunos son
más iguales que otros.
La
participación de la sociedad al momento de elegir a sus representantes es
fundamental, pues nada menos se elige a quienes deberán cuidar nuestros
intereses y legislar en favor de una sociedad plural como la nuestra.
Debo
decir desde este espacio, que la participación, no es suficiente para entender
la dinámica de la democracia, pero sin participación, sencillamente la
democracia no existiría. Ahí es donde ésta realmente cobra su peso real: el
valor que tiene la ciudadanía de construir un sistema democrático con su
participación.
Es cuanto por esta
ocasión.
Mientras llega la
próxima Nornilandia, intercambiemos ideas en Twitter. Me encuentran como
@BarbaraCabrera