@BarbaraCabrera
“No hay salud política cuando el gobierno no gobierna
con la adhesión activa de las mayorías sociales”
José Ortega y Gasset
Todos los días escuchamos la importancia de participar. Desde que el ser humano vive en sociedad interviene en diversidad de actividades colectivas, sin embargo no siempre éstas son encaminadas a requerir se nos proporcionen mejores servicios o se incrementen las oportunidades en diversos rubros, a saber: educativo, económico, de recreación y así podría continuar el listado.
Inicio señalando que participar significa “tomar parte”: convertirse uno mismo en pieza de una organización que reúne a más de una persona. También es “compartir” con alguien o, por lo menos hacer saber a otros alguna noticia.
¿En verdad sirve que aportemos puntos de vista, inquietudes y soluciones al quehacer gubernamental? ¿Por qué no sólo emitimos nuestro voto en cada elección y ya? ¿Cuál es el objetivo que persigue la participación? ¿Para ejercer esta actividad tenemos que hacerlo de manera individual o colectiva?
Imaginen por un momento un país donde no se permitiera a los ciudadanos emitir algún punto de vista (el que sea) referente a la política de estado, uno donde constituya un crimen disentir de lo que las autoridades decidan por nosotros. Sé que vendrá a la mente de mis lectores el nombre de varios países, esa es la idea; porque si hay algo que debemos defender en México, es la garantía constitucional de libre asociación relacionada intrínsecamente con otra igual de trascendente: la libertad de manifestación de ideas.
De ello deriva el principal objetivo que persigue la participación ciudadana organizada: dar contenido y ampliar la democracia. Por ende, tenemos que aquella es siempre un acto social, dicho en otras palabras nadie puede participar de manera privada o para sí mismo.
Y como toda tarea, existen condiciones a cumplirse para que el concepto aquí analizado sea sostenible. Y los requisitos son tres: querer, saber y poder.
“Querer”, está relacionado con incentivar, motivar, interesarse en los asuntos públicos gubernamentales y es que, si no tenemos esta disposición de poco sirve si la Constitución y la legislación en la materia nos dotan de estas herramientas. “Saber”, implica la capacidad de conocer las técnicas que tenemos para hacer valer esa participación. “Poder”, se refiere en esta tesitura, a crear causes que permitan poner en marcha el proceso de participación ciudadana.
¿Y qué pasa si ya tenemos esos tres elementos? ¿Serán suficientes? ¡por supuesto que no!, es imperioso el binomio gobierno – ciudadanía; donde nuestros mandatarios sean abiertos y receptivos, dispuestos a escuchar lo que sus ciudadanos les quieren proponer para contribuir, desde su trinchera, a mejorar la gestión de los asuntos públicos y la generación de políticas de gobierno que de manera directa o indirecta inciden en su vida cotidiana.
Finalmente me pregunto y los cuestiono ¿Por qué si este acto social denominado participación ciudadana, es fundamental para consolidar un estado democrático, pocas son las personas que se organizan para elevar propuestas encaminadas a un bienestar colectivo? ¿Qué pasara a mediano o largo plazo si continúa esta apatía grupal? ¿Cuándo la ciudanía despierte de ese letargo todavía tendremos país? Lo dejo a la reflexión. Espero sus comentarios.
Es todo por hoy.
Hasta la próxima Nornilandia.