“Lo
que acostumbramos a llamar instituciones necesarias, muchas veces son
instituciones a las que nos hemos acostumbrado”
Alexis
de Tocqueville
México, hoy
#MéxicoLindoyHerido es el país donde la corrupción es todo terreno; es un
fenómeno 4x4 que sobrevive a todo y a todos; a pesar de iniciativas 3 de 3,
Sistema Nacional Anticorrupción, Leyes de Transparencia y Acceso a la Información ;
instauración de nuevas figuras jurídicas de participación social y ciudadana, y
cuanta política pública se antoje atractiva para el momento.
Y es así por
dos factores fundamentales, uno tan culposo como otro: 1) la rapiñesca clase
política que, enquistada en el poder, hace de las suyas; y, 2) los
pasivo-complacientes ciudadanos que dejan hacer, dejan pasar.
Y entre ese
binomio nocivo encontramos a quienes desde su representación defienden las
causas ciudadanas, así como aquellos ciudadanos proactivos-propositivos que
levantan la voz en sus respectivas palestras, los que son factor de influencia,
por pequeño que parezca su escenario. No obstante, sigue sin ser suficiente.
En este
contexto, recordé como hace algunos años Andrés Manuel López Obrador, quien
aspira a la Presidencia
de la República
hace ya varios sexenios, lanzó una temeraria, controvertida y de suya
provocadora expresión: ¡Al diablo con las instituciones!, 5 palabras que
conforman una breve frase difícil de digerir a pesar de los años transcurridos.
La mayoría tradicionalista por convicción y por cómoda conveniencia, prefieren
no racionalizar y descalificarla.
Veamos.
Tenemos un
Texto Constitucional que data de 1917; es decir, muchos ya se frotan las manos
para celebrar su primer siglo, con eventos magnánimos y publicaciones especiales;
para hacer saber que tenemos una Constitución que es la envidia y referente a
nivel mundial, [no la tiene ni Obama –diría AMLO- y en 2018 o antes, terminamos
de vender el país –expresaría EPN-].
Como dato
cultural: de 1917
a la fecha, los 136 artículos que conforman la Constitución Política
de los Estados Unidos mexicanos han sido reformados en 684 ocasiones.
Curiosamente con Enrique Peña Nieto es con quien más se ha trastocado la Constitución , sumando
145 artículos modificados, y contando.
Ahora –dicen-
con las reformas estructurales Constitucionales del señor Peña, estamos en
Jauja y vamos directito al “progreso”, cuando la realidad es que estamos ante
un ordenamiento que es modificado tal cual lo marcan los cánones de la agenda
sexenal en turno ¿Y los ciudadanos? ¡Bien gracias, con cada vez más cargas
impositivas y en el ojo de Luis Videgaray, que cual Big Brother nos tiene en la mira, para recaudar más!
Luego,
tenemos Instituciones altamente burocratizadas, algunas de las cuáles duplican
funciones, sus titulares son incompetentes o bien han sido rebasadas por la
realidad socio-política.
¿Saben
ustedes cuántas instituciones existen en México?, lo digo porque sabemos que a
quienes las conforman, les pagamos con nuestros impuestos, dicho sea de paso les
pagamos demasiado y a mí me quedan debiendo.
Puedo asegurarles que no las encontrarán en los primeros googleos y
tengo la certeza que ni así.
Como un
acercamiento, el INEGI [Instituto Nacional de Estadística y Geografía] elaboró el
siguiente documento llamado “Catálogo de Dependencias e Instituciones de
Interés Público” [consultable aquí http://bit.ly/1XFi2Gj]
el cual según lo plasman en su introducción “no pretende ser exhaustivo, pero
sí razonablemente amplio”
Al respecto,
valga reflexionar en torno a las siguientes interrogantes: ¿Las actuales
Instituciones, son útiles? ¿Su presupuesto es fácilmente consultable, lo valen?
¿Rinden cuentas? ¿A quién? ¿Representan y son eficientes para la realidad
socio-política que enfrentamos? ¿Responden a los desafíos del siglo XXI?
¿Cambiaría la forma de gobierno que tenemos, tal como nos faculta el artículo
39 Constitucional?
Actualmente,
el polémico líder de MORENA, continua presente en la palestra pública
alternativa y en uno de sus spots de
viva y característica voz dice: “Migajas, despensas, frijol con gorgojo”,
circunscribiendo de esta manera los componentes de una realidad que padecemos
todos, todo es cuestión de cantidades. Y a pesar de que cause animadversión
para algunos este tipo de expresiones: ¡Al diablo con las instituciones! y el
afamado frijol con gorgojo; es necesario analizarlas y situarlas objetivamente
en el escenario y tiempos que vivimos.
Por lo
pronto, díganme
idealista, llámenme utópica, considérenme soñadora; no obstante, más allá de
personajes y partidos, aún creo y pugno por un poder ciudadano que rescate lo
que nos queda de país.
Es todo por
hoy.
¡Nos leemos
la próxima Nornilandia!