“La tecnología ha cambiado
dramáticamente el modo en que aprendemos, trabajamos, vivimos y pensamos”
Masquardt y Kearsley
En tiempos actuales, el contrato
social a que hacía alusión Juan Jacobo Rousseau, va más allá de la reflexión
que se resume, a grandes rasgos, como un contrato por el cual los ciudadanos
pagamos unos impuestos para dotarnos de un gobierno, unas instituciones y unos
servicios públicos que nos pertenecen a todos. Sin detrimento de estos
servicios públicos, todo aquel que quiera puede poner en marcha sus propios
servicios, formar su propio negocio y hacer de él su modo de vida. Referencia a
la que hoy en día, es ineludible agregar la incorporación y utilización de las
diversas herramientas tecnológicas, con todo lo que ello implica; entre ello,
el uso de la libertad de expresión y el derecho de manifestación pública.
Derechos consagrados en los artículos 6º, 7º y 9º de
En esta tesitura, surge lo que he
denominado el contrato social digital, entendiendo por tal, la aproximación del
factor humano con el mundo de posibilidades brindadas por el conocimiento,
reconocimiento y manejo de las TIC. Un tipo de contrato que parece no quedarles claro a aquellos que violentan,
propagan noticias falsas y crean caos a través de las redes sociales,
protagonistas de los servicios que circundan Internet.
Esta era digital caracterizada por la
sociedad de la información; la comunicación y la conversación, implican una
forma de organización horizontal cuya relación recíproca es instantánea,
asincrónica, libre y gratuita. Donde hablar de ésta implica referir
Es un hecho, los paradigmas han
cambiado, hoy los usuarios somos creadores y productores de contenidos, es
decir, somos prosumidores. Asociado a ello, en esta era digital, el uso de las redes sociales se han convertido en un catalizador,
que hace posible interactuar, crear comunidad, divulgar contenidos, informarse,
preguntar al gobierno, reconvenir a nuestros representantes; sin que por el
momento exista filtro alguno; es decir, cualquiera con acceso a Internet puede
publicar, opinar, debatir, increpar. La cuestión es, hacerlo informados y
respetando los derechos de los demás.
En este orden de ideas, cuando
decidimos participar en asuntos públicos, seguramente no siempre se cuenta con
el tiempo y la economía para desplazarse hasta el lugar de alguna manifestación,
evento, protesta o movilización; afortunadamente en estos tiempos interesantes
que nos está tocando vivir, donde estamos interconectados es posible intervenir,
informarse e influir en la vida socio-política de una manera distinta a la
tradicional; es así que surgen los activistas digitales, esas personas que
apoyan y se solidarizan a una causa en unos cuantos clickeos, dando enter, likes, retweets y recompartiendo de manera responsable la información.
Y en toda esta vorágine tenemos el
otro lado de la moneda, la presencia de aquellos que conocemos como bots y trolls, los encapuchados de las redes sociales, término otorgado a
quienes no se les conoce su origen y/o identidad. Son una especie de nocivos
para la democracia ya que buscan desestabilizar propagando noticias falsas y
causando alarma de temas que regularmente son creados artificialmente para
lograr su cometido.
Esto es, en la galaxia Internet, en
específico en las redes sociales, confluimos –además de migrantes y nativos digitales, lo cual de
por sí tiene su grado de complicación-; quienes ejercen de manera informada su
poder ciudadano a partir de la incorporación de la tecnología, así como
aquellos que por su toxicidad los conoceréis, es decir me refiero a los bots y trolls a sueldo; de ellos ya les hablé hace algunas Nornilandia;
así que prosigamos.
Leandro Zanoni, manifiesta lo que hoy
confirmamos quienes nos dedicamos al análisis de tópicos relacionados con las
TIC: el protagonista absoluto de Internet es el usuario, quien está en
posibilidad de crear comunidades e interactuar a través de las redes sociales y,
como lo expresé, es capaz de influir en
el curso de la escena socio-política.
En este orden de ideas: ¿De qué
manera es oportuno configurar ese tipo de contrato? ¿Cuáles serían sus
características? ¿Será necesario regular Internet y las redes sociales para dar
vida a ese contrato social digital? ¿Cuáles son los rasgos que deben poseer los
ciudadanos del mundo digital? ¿De que manera los gobernantes y los ciudadanos
deben actuar a partir de la construcción de un contrato social digital? ¿Qué
tanto cambiaría la escena socio-política tradicional? ¿Estamos preparados para
ello? Estás, son algunas de las preguntas para la reflexión y la provocación.
Lo que es un hecho es la
impostergable necesidad de continuar pugnando por una alfabetización digital
crítica que haga de la tecnología apropiada y apropiable, solo así conseguiremos
instaurar de manera óptima el contrato social digital.
Por hoy es todo.
¡Hasta la próxima Nornilandia!