@BarbaraCabrera
“La
política necesita a gente que no necesite a la política”
Paul
Carvel
CANDIDATURA INDEPENDIENTE:
postulación individual que realiza un aspirante a un cargo de representación
popular. A través de esta figura los ciudadanos pueden solicitar su registro
ante la autoridad electoral, sin la mediación de los partidos políticos. La Constitución la contempla
como parte de los derechos ciudadanos.
Así la definición en papel ¿y que
ocurre realmente? A continuación, algunas reflexiones:
En México, con
motivo de la reforma político-electoral del año 2012, comenzó a abrirse la
puerta para las candidaturas independientes. Fue hasta el 10 de febrero de 2014
cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación los
requisitos que deben cubrir aquellos aspirantes a este tipo de candidaturas. Actualmente,
éstas conviven con el sistema de partidos.
A la vuelta
de la esquina nos aguarda 2018 ¡la madre de todas las elecciones en la que
México nos urge -una vez más- un cambio! Y aunque las candidaturas
independientes ya se habían estrenado, llevando a unos cuantos a los escaños
públicos; unos ejercidos con dudosos resultados (por aquello del manejo de
agenda, ajeno a sus responsabilidades, ahí le hablan al joven José Pedro
Kumamoto) y en algunos casos con desastrosas secuelas (¿a poco no, Jaime
Rodríguez alias “El Bronco”?). Con tintes de “chapulineo” fenómeno que tanto
criticaban y ahora hacen suyo (el hambre por el poder es canija, pues); será 2018
ocasión de sumar y sumar y sumar y sumar y sumar… un número amplio de
candidaturas independientes (si es que llegan a la boleta). Es significativo aludir
que muchos de ellos, no lo son tal y de suyo solo tienen y tendrán el mote.
(¿Verdad Margarita Zavala?)
Ahora bien,
en torno a las candidaturas independientes se dicen muchas cosas, y las
suspicacias se hacen presentes.
Se habla de un
derecho recuperado, pues las candidaturas independientes existían antes de
regular su prohibición en la Ley Electoral
Federal por allá del año 1946, reforma que determinó la facultad de postular
candidatos, únicamente por la vía partidista.
Cuenta la
leyenda que algunos de esos independientes se erigirán en candidatos de papel, definidos
como aquellos debidamente inscritos y propuestos, pero se sabe de sus escasas o
nulas posibilidades de éxito para ganar una elección. Varios de ellos, se
involucrarán poco en sus respectivas campañas, en pocas palabras, estaremos
ante candidatos amados -y en ocasiones auspiciados- por el establishment. ¡Cuidado con ellos!
Por otra
parte, estarán presentes los auténticos (aunque usted, no lo crea) los de
verdad. Los que dignificarían la escena curulera o gubernamental, depende el
caso. Habrá que poner lupa con harto aumento para encontrarlos, no vaya a ser
que estemos -de nueva cuenta- ante ramplones chapulines que dicen: “no me
interesa el poder, solo quiero ayudar. Terminaré mi periodo o mandato”. Para
identificar su valía, comencemos por contrastar sus plataformas para cambiar el
país (si es que la tienen, de lo contrario, digámosles: next)
Por lo
pronto, bajo el manto de la “independencia” se apuntaron 86 aspirantes a la
presidencia de la república, algunos no pasaron a la siguiente etapa, unas
decenas ya recibieron su constancia para lanzarse a buscar el respaldo
ciudadano y así lograr la tan ambicionada candidatura independiente. El
desenlace lo sabremos en febrero de 2018.
Muchos, se
registraron para obtener una curul en alguna de las Cámaras del Congreso de la Unión , y así la calentura “independiente”
se extiende por todo el país, haciendo de este un fenómeno que he denominado la
vulgar “independencia” (porque el “hueso” es muy apetitoso) Al tiempo.
Para cerrar
esta columna pongo sobre la mesa de debate las siguientes interrogantes, para
la reflexión y la acción: ¿Qué tan preparados estaban y están los ciudadanos
para hacer suyos este tipo de derechos? ¿Cuántos “suspirantes” llegarán a la
boleta electoral? ¿Votarías por un independiente? ¿Quién salvará este tipo de
candidaturas de los intereses partidistas? ¿La independencia, hace la
diferencia?
Es todo por
hoy.
¡Hasta la
próxima Nornilandia!