@_BarbaraCabrera
“No mentir, no robar, no traicionar
al pueblo”
Andrés Manuel López Obrador
Andrés no esperó el diploma para comenzar a trabajar y
así llevar a planes y programas de gobierno el Plan de Nación que conocimos
durante la campaña, el cual hizo que millones le brindáramos nuestro voto.
Y no, su figura no se reduce a la de un rock star como lo dijo Ciro Gómez Leyva.
Andrés Manuel es un líder y por eso es seguido por millones, a la par que tiene
detractores. Eso es normal en una democracia (aún incipiente y rudimentaria)
como la nuestra.
La constancia ya se entregó, López Obrador ya es Presidente
electo y aunque formalmente comienza su sexenio el primero de diciembre, la
prisa por rescatar lo que nos queda de país, es latente.
Ya se reunió en tres ocasiones con Enrique Peña Nieto,
la más reciente el 20 de agosto a las tres de la tarde, en Palacio Nacional; ha
sostenido múltiples reuniones con su equipo de colaboradores para delinear
próximas políticas públicas, así como el que será el andamiaje institucional.
Ha tenido acercamiento con diversos sectores que ya se apuntaron para trabajar
por México. Ha comunicado nombramientos. Se traslada en su vehículo particular,
sin guaruras ni parafernalias, viaja en aviones comerciales cargando su propio
equipaje y no acepta trato preferencial. Estamos sin duda ante una manera muy
distinta de hacer política y de conducirse ante la ciudadanía. AMLO no es un
Mesías como sus detractores quieren hacerlo saber para descalificarlo. No
obstante su poder es amplio y deriva de su perseverancia, sencillez y
liderazgo.
Y en toda esta vorágine, las polémicas están
presentes. Nadie dijo que estaría exento de ellas. Quienes aún detentan el
poder que pronto deberán entregar, rasgándose las vestiduras dicen que (¿ahora
sí?) “defenderán los derechos de los ciudadanos y verán que AMLO cumpla sus
compromisos”, lo cual no es malo, lo incorrecto y escandaloso es no haber
asumido dicha posición cuando por décadas fueron gobierno, tiempo en que se
sirvieron y abusaron del poder, haciendo suyas canonjías inmerecidas, hasta que
el pueblo –la mayoría- se dio cuenta que sí tiene el poder de cambiar los
esquemas.
A mi me está gustando la simplificación institucional
que está proponiendo López Obrador y su equipo. Por ejemplo, mientras en un
conteo a 12 dependencias del gobierno de EPN suman 901 delegados con sueldos de
hasta 190 mil pesos, con oficinas de hasta 25 personas http://cort.as/-9SlE; AMLO ha establecido solo 32
delegaciones estatales con sus respectivos subdelegados regionales. ¡Vayamos
también por la necesaria desregulación legislativa! Porque cuando la estulticia
se plasma en las leyes no duden que estas serán rechazadas por la ciudadanía
proactiva y canceladas por un nuevo régimen.
Recuérdese que desde el inicio, Andrés Manuel dijo que
el cambio será radical. De lo que debe tomarse nota es que la podredumbre del
Sistema carcomido y corroído por la corrupción, impunidad y complicidad en la
que la rapaz clase política ha sumido a este país no será erradicada por arte
de magia y en el sexenio que comienza el 1 de diciembre se sentarán las bases
para un cambio verdadero. Eso es la Cuarta Transformación.
El camino es sinuoso, López Obrador recibirá un país
saqueado, violentado, empobrecido, en algunos sectores dogmatizado. Con un
andamiaje institucional caduco, oneroso, corrupto y carcomido. El momento de
cambio ha llegado, por lo que en estos tiempos convulsos hay que tener las
convicciones bien puestas.
Los desafíos son múltiples, por lo que el
acompañamiento de todos para lograr las metas planteadas, es imprescindible.
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!