“Tiempo
de llenarnos de acciones para que políticos dejen de lucrar con el pueblo”
@BarbaraCabrera
El mundo ha
cambiado y sigue así vertiginosamente. Las desigualdades son latentes; la
corrupción crece y la tecnología nos acerca. Es una época de engaño universal,
pero también de solidaridad a diversas causas. Internet y sus múltiples
servicios, así como la potencia de las Redes Sociales ha conformado un nuevo
escenario. No obstante, tenemos el otro lado de la moneda: la brecha digital
que separa. Los países y por ende sus habitantes –unos menos que otros- viven
de dilemas, enfrentamos desafíos para los que una mayoría no están preparados:
sea por la comodidad que brinda el status
quo, por ignorancia o por esperar a que las cosas cambien cual si fuera
magia. ¡Nada más alejado de la realidad!
En este
sentido, es preciso pensar y accionar más allá de la anquilosada clase política,
la que se esconde de nosotros los ciudadanos tras discursos y guaruras. ¡Gobernante
que tenga que resguardarse de su pueblo, no sirve de nada! [No
se olviden las razones de porque el gobierno tiene miedo http://bit.ly/1g6Um3k]
Es tiempo de
ser ciudadanos, con la debida reivindicación de su significado.
“La institución
ciudadana ha tardado más de dos mil quinientos años en fraguarse. Los griegos
la inventaron para otorgársela a unos cuantos jefes de familia; los romanos le
dotaron de una naturaleza diferenciada en función del estatus social de las
personas; durante la Edad Media
europea, las habilidades para el uso de la cruz o de la espada constituían el
camino más directo para ganarse algunas libertades, y en el Renacimiento se
volvió un bien asequible también para los comerciantes y mercaderes
económicamente influyentes. Ahora bien, en todos estos momentos de la historia,
la ventaja de ser ciudadano dependió esencialmente de la graciosa voluntad del
gobernante.
No fue sino
hasta el siglo XVIII cuando la ciudadanía comenzó a concebirse como una
institución cuya fuente de legitimidad estaba en los atributos naturales del
individuo. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, donde por
primera vez se invirtió el origen de la soberanía, esta ya no provenía de Dios
ni del gobernante, sino de los individuos” [Fuente: RAPHAEL
Ricardo, “Para entender la institución ciudadana”, Nostra Ediciones, México
2007]
¿Qué pasa en
la actualidad? Es cierto, la ciudadanía hipotéticamente la ejercemos a
plenitud, en México ahí tenemos el artículo 39 de la Constitución Política
de los Estados Unidos mexicanos que cito textual:
“La soberanía nacional reside
esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y
se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el
inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”
¿Creen
ustedes que esa mera declaración de amor Constitucional sea suficiente? ¡No lo
creo! Cada día y tras las tropelías gubernamentales e institucionales es
necesario luchar por ello. ¿Qué hacer? ¿Cómo podemos lograrlo? Aquí les dejo
algunas ideas:
Con acciones
como: votar responsablemente, exigir buenas cuentas a gobernantes y
representantes, participar en los asuntos públicos, utilizar todo aquel
mecanismo al alcance para ser observante del espectro socio-político. Ser
proactivos, proposititos; alzar la voz; hacer lo que corresponde. Dejar de ser
simuladores y no conformarse con recibir menos. En suma ejercer ciudadanía y
contribuir desde nuestras trincheras, a la reinvención de una mejor ciudadanía.
Acciones que no necesitan ser heroicas, sino auténticas.
Por la
flexibilidad de cerviz de unos; tenemos el gobierno corrupto e impune, todos.
Recuérdese y dígasele a quienes se venden al mejor postor político que: la
dignidad no tiene clase social.
Es todo por hoy.
¡Hasta la
próxima Nornilandia!