@BarbaraCabrera
“Tengo
la esperanza de que los periódicos sean mejores y, a la postre, que la
televisión también lo sea”
Giovanni
Sartori
A
la televisión se le ha denominado de muchas maneras. Caja idiota es una de las
más representativas. Se han confirmado que tiene rasgos de evidente retroceso
cultural; que es un instrumento de entretenimiento; se utiliza para mover masas
a partir de suministrar contenidos; y así se podría hacer un tratado de lo que
a través de este artefacto ganan unos y pierden otros.
La
televisión, se convierte para muchos en un insumo más de la canasta básica,
para muestra baste ver que la mayor parte de la población posee por lo menos
uno de estos artefactos en sus casas, incluso es una de las primeras
adquisiciones que el común de la gente realiza al tener un espacio propio.
Por
principio de cuentas, es importante saber que la TV no es más que la
transmisión de imágenes a distancia mediante ondas hercianas. Definición simple
pero rodeada de complejidades aderezadas por quienes son los administradores y
generadores de esas imágenes donde la sociedad se siente representada, confortada;
y, hasta cierto punto mimetizada.
Ya
lo decía alguna vez Sartori, el ser humano se ha convertido en un Homo videns, producto de una sociedad
teledirigida, donde se producen imágenes y se anulan conceptos. Ahora ya con
algunos toques propios de la era tecnológica que ha revolucionado el mundo,
donde pareciera que la televisión y sus contenidos permanecen estáticos.
Es
allí donde las miradas, análisis y crítica deben situarse: en los contenidos
que nos proveen; por si sola una caja llena de transistores no es culpable del
derrotero cultural y hasta político de la sociedad.
Sabemos
de buena tinta que el poder emanado de la televisión tiende a encumbrar en la
palestra pública a los actores que le son útiles y cómodos, con quien se tiene
coincidencias; a aquellos que son necesarios para los intereses que desde ahí
se provocan. Por señalar el caso más enigmático de los últimos tiempos, tenemos
el nombre de Enrique Peña Nieto.
Las
televisoras extranjeras documentan hechos ocurridos en este México lindo y
herido, el duopolio Televisa y TV azteca acallan los gritos de protesta el 15
de septiembre pasado durante la ceremonia del grito de independencia a cargo de
Felipe Calderón, no así los rayos láser sobre el rostro de dicho personaje.
Para
las televisoras fue más relevante la toma de tribuna de aquel 28 de septiembre
de 2012 en que se aprobó la reforma laboral en la Cámara de Diputados, que dar
difusión a las implicaciones y debate en torno a este tema.
¡Vaya,
en la Legislatura que inicia (en ambas Cámaras) tenemos la conocida
telebancada! -véase el siguiente enlace http://bit.ly/SAop7Q- por si la influencia de este medio de
comunicación fuera poco. Y entre todos éstos ejemplos, un sector de la
población protesta en la plaza pública física y virtual en repudio a las
televisoras mexicanas; otra más no hace más que alimentar su mente de cuanto
programa y comercial se oferta ¿la razón? Ustedes díganmelo.
En
este sentido, ¿Será acaso que tenemos los contenidos televisivos que merecemos?
¿Qué tan permisiva sigue siendo la sociedad como para que las televisoras
continúen marcando la pauta para conformar las agendas públicas? ¿Continuarán
fabricándose desde ahí gobernantes, dirigentes y representantes de plástico?
¿De qué manera los ciudadanos podemos contribuir a democratizar la TV?
Y
de repente surge en mi mente aquella frase clásica de Mafalda que buscando algo
bueno en la TV exclama ¡Nada!... ¡En todos hay televisión!
Por
hoy es todo.
El
intercambio de ideas continúa en Twitter, síganme en @BarbaraCabrera ¡Hasta la
próxima!