@BárbaraCabrera
“El pueblo me silba, pero yo me aplaudo”
Quinto Horacio Flaco
De manera recurrente se escucha “renegar” a la ciudadanía de los políticos; reclamos que hoy en día son llevados hasta las redes sociales, consideradas como aquel espacio idóneo de libertad de expresión donde aquellos que no se atrevían a participar ahora lo hacen de una u otra manera. Aunado a ello, existe un factor de evidente hartazgo y falta de credibilidad hacia los políticos que, situados en la palestra pública, parecen estar poco ciudadanizados y por tal aseveración me refiero a la falta de conocimiento de la multiplicidad de realidades a las que los ciudadanos de a pie nos enfrentamos día con día, traducidas en diversas problemáticas.
Aquí es donde surge de manera estrepitosa el punto de quiebra entre sociedad y políticos; un abismo pareciera separarnos; no obstante, es pertinente recordar que el ser humano es político por naturaleza; enotonces ¿por qué estamos tan alejados? las respuestas son múltiples y las percepciones son tantas como opiniones formadas en base a experiencias propias, formación, grado de involucramiento en la toma de decisiones públicas –si es que acaso se ha hecho uso de algunos de esos mecanismos, como por ejemplo plantear una solicitud de acceso a la información pública gubernamental- o bien, intereses de alejamiento muy particulares.
La situación es que -por fortuna- hemos llegado a un punto en que la participación de la sociedad es relevante para dar rumbo a un país que requiere de sus ciudadanos para ser rescatado. ¿Será que nos atrevamos a erradicar el analfabetismo político tanto de un sector como de otro? ha quedado demostrado: más que política tenemos evidencias de que el verbo politiquear se expande; y, en parte, nosotros somos responsables; por supuesto cada cual en diferente medida y porcentaje. Algunos por su apatía, otros más por sus vicerales formas de participar al convertirse de manera involuntaria en aquello que tanto criticaban en un inicio: en políticos demagogos que van por la vida utilizando lo que este a su alcance para obtener el poder por el poder mismo.
Culmino esta columna afirmando la necesidad de politizar a la ciudadanía y ciudadanar a los políticos. Después de este proceso tal vez logremos unir o por lo menos encontrar un punto de convergencia en este mundo de extremos.
Para la reflexión: Si cada pueblo tiene el gobierno que se merece, ¿podríamos afirmar que el gobierno tiene los ciudadanos que merece?
Por hoy es todo.
¡Hasta la próxima Nornilandia!