30 dic 2011

“¿EXISTE LA DEVALUACIÓN LEGISLATIVA?”

@BarbaraCabrera

“Cuando un príncipe quiere hacer grandes cambios, debe reformar mediante leyes, lo que está establecido por las leyes y cambiar por las maneras lo que está establecido por las maneras:
es una muy mala política la de cambiar por las leyes lo que debe ser cambiado por las maneras” Montesquieu

En el Poder Legislativo Federal o Congreso de la Unión, están representados las 31 entidades federativas y el Distrito Federal, además se concentran los 300 distritos electorales y están representados los partidos políticos que gobiernan este país desde los ámbitos municipal, estatal y nacional.
Es un espacio donde confluye la diversidad de pensamiento político y programático que presenta sus ideas, donde se debate la situación del país y es, la caja de resonancia de nuestra situación política actual; el espacio donde las fracciones parlamentarias deben ponerse de acuerdo para buscar los consensos necesarios entre las distintas fuerzas políticas representadas, sobre todo en función de que la composición del actual Poder Legislativo no da la mayoría absoluta en ninguna de ellas; atrás va quedado la cultura de sometimiento a un Ejecutivo demandante. Aunque falta camino por recorrer.
El Poder Legislativo se ocupa de crear y recrear constantemente un marco de acción para las principales relaciones económicas, políticas y sociales del país, y a través de ellas construyen mecanismos económicos o políticos que influyen en la situación colectiva e individual de los mexicanos, no obstante la ciudadanía no cuentamos con una herramienta eficiente para calificar el trabajo de estos representantes, motivo que por sí mismo será suficiente para proponer la constitucionalización de esta labor.
El nuevo protagonismo del Congreso, plantea el problema de quién vigila al vigilante; por lo que hay que tener presente que en una democracia, el control último sobre los legisladores debe recaer sobre los mismos votantes, a quienes les corresponde exigir cuentas respecto al desempeño que sus representantes tengan con motivo del mandato que les es conferido y confiado.
Por ello es importante el desarrollo de mecanismos ciudadanos (no partidarios) que permitan recopilar información y presentarla al público de forma objetiva y accesible.
En México existen pocos estudios sobre la opinión pública que se tiene del Congreso de la Unión en general.  Y Quizá esa falta de análisis puede ser atribuible a varios factores: por un lado, la historia de los estudios de opinión en nuestro país es reciente; por otro, la naturaleza del sistema político mexicano restó durante muchos años importancia al análisis del Poder Legislativo.
Importante es advertir que los primeros esfuerzos por evaluar el desempeño de los diputados se realizaron fuera del ámbito académico, contradictoriamente algunos investigadores ya habían planteado la necesidad de realizar un estudio evaluativo a los legisladores.
La opinión de los legisladores, según lo ha documentado el Centro de Estudios de Opinión de la Cámara, se encuentra entre las que menor aprobación tienen por parte de la ciudadanía, junto a la policía y los partidos políticos, los cuales son las figuras políticas con la peor imagen y a las que menos confianza le tiene la población; por lo que muy pocos electores se consideran bien representados por sus legisladores; y, si bien la mitad de la población afirma que los temas discutidos en este Poder son de su interés, en realidad existe poco conocimiento acerca de las atribuciones de un legislador.
En este sentido, es trascendente contestarnos si existe una devaluación del Legislativo, sobre todo tomando en cuenta que desde 1997, ha recobrado parte del valor histórico que debiera caracterizar a uno de los Poderes considerados como el “cerebro” del gobierno. La historia reciente lleva a pensar que dicha situación se ha visto mermada por distintas situaciones: tomas de tribuna, dictámenes aprobados a modo, minorías parlamentarias que son escuchadas más no tomadas en cuenta. En fin, habría muchas aristas desde las cuales abordar una devaluación legislativa que esperemos pronto repunte en las estadísticas de la credibilidad ciudadana.

¡Es todo por hoy!

Nos leemos la próxima Nornilandia.