Dra. Bárbara Leonor
Cabrera Pantoja | Entre letras, con mi café y a un “x”
de distancia me encuentran como @_BarbaraCabrera
“No
puede un poder situarse por encima de los demás, no puede haber un Supremo
Poder Conservador”
Así
lo dijo el Presidente Andrés Manuel López Obrador en La Mañanera del 28 de
noviembre de 2023.
El Supremo Poder
Conservador fue una de las instituciones más singulares del sistema político
mexicano en el siglo XIX. Establecido durante la breve duración de la
Constitución centralista de 1836, mejor conocida como las Siete Leyes, este
órgano fue creado para ser un árbitro final y velar por el equilibrio entre los
otros poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Tras la
independencia de México, el país vivió un período de inestabilidad política
marcada por el enfrentamiento entre dos grandes facciones: liberales y
conservadores. Los liberales defendían un sistema federalista inspirado en el
modelo de Estados Unidos, mientras que los conservadores abogaban por un
sistema centralista que concentrara el poder en la capital y limitara las
autonomías regionales.
El período
federalista inicial (1824-1835) resultó ineficaz para mantener la estabilidad
del país, lo que llevó a los conservadores a promulgar las Siete Leyes en 1836.
Estas leyes derogaron la Constitución de 1824 y establecieron un sistema
centralista, con el Supremo Poder Conservador como uno de los elementos más
innovadores.
El Supremo Poder
Conservador estaba compuesto por cinco miembros, quienes eran elegidos de una
manera compleja por las juntas de los departamentos (antiguos estados), y se
les encomendaba una labor particular: vigilar que los otros poderes no
sobrepasaran sus límites. Este órgano no tenía competencia directa para
gobernar, legislar o juzgar, pero sí tenía facultades para:
· Anular leyes o decretos que fueran
considerados inconstitucionales.
· Disolver el Congreso si este se excedía en
sus atribuciones.
·
Suspender al Presidente de la República en
caso de que se considerara que había violado la Constitución.
· Destituir jueces del Poder Judicial si
fallaban en su tarea de mantener el orden constitucional.
En esencia, este
órgano actuaba como un “poder superior” que podía intervenir en caso de
conflicto entre los tres poderes tradicionales.
En este sentido, el
Supremo Poder Conservador estaba inspirado en las ideas de filósofos como
Emmanuel Joseph Sieyès, quien, en sus escritos, había defendido la necesidad de
contar con un poder “neutral” que vigilara los excesos de las autoridades. Para
los conservadores mexicanos, este órgano era crucial para evitar el caos
político y los abusos de poder que habían caracterizado los primeros años de la
República mexicana.
El sistema también
reflejaba el deseo de control por parte de los conservadores, quienes
desconfiaban de la democracia directa y del poder excesivo del pueblo,
prefiriendo un gobierno más centralizado y jerárquico, bajo el cual la
estabilidad política y el orden social fueran prioritarios.
En la práctica, el
Supremo Poder Conservador fue poco efectivo. Aunque se le otorgaron amplias
facultades, sus intervenciones eran escasas y no logró impedir las crisis
políticas ni estabilizar el país.
Además, los
críticos de la época (especialmente los liberales) denunciaban que este órgano
era una herramienta autoritaria para consolidar el poder en manos de los
conservadores y limitar los avances democráticos. Veían al Supremo Poder
Conservador como una instancia que contradecía el principio de la división de
poderes y que entorpecía el funcionamiento de las instituciones republicanas.
El Supremo Poder
Conservador desapareció con el fin de las Siete Leyes en 1841, cuando un golpe
militar derrocó el régimen centralista y se reinstauró el federalismo con la
restauración de la Constitución de 1824. No obstante, la idea de un poder
moderador se mantendría en el imaginario político mexicano y resurgiría durante
el Segundo Imperio Mexicano (1864-1867) bajo el reinado de Maximiliano de
Habsburgo, quien también abogaba por un sistema que equilibrara los poderes y
evitara el caos.
El Supremo Poder
Conservador es un ejemplo de los intentos de los conservadores mexicanos de
imponer un sistema de gobierno centralizado y autoritario, destinado a
garantizar la estabilidad y el control político en una nación naciente y
plagada de conflictos. Aunque no fue eficaz ni perdurable, ilustra las
profundas divisiones políticas de la época y los diferentes enfoques sobre cómo
debía gobernarse México en sus primeros años como república independiente.
Aunque en esta
reseña me refiero al México del siglo XIX, en específico al año 1841, tal
parece que en los tiempos de transformación que nos está tocando vivir, emerge
una minoría ruidosa, violenta e irracional, entusiasta de las atribuciones del
Supremo Poder Conservador, representado en el actual Poder Judicial, mismo que
el pueblo ha mandatado sea reformado de manera radical. Y eso ha ocurrido en
estos días, la reforma al Poder Judicial, conocida como el Plan C, se ha
aprobado por mayoría calificada en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, toca
el turno a los Congresos estatales, y luego culminará el proceso legislativo en
el Poder Ejecutivo, con la sanción, promulgación y publicación de la reforma
constitucional por parte del Presidente de la República, para comenzar a
purificar dicho poder público.
No se nos olvide,
ellos, los de la oposición moralmente derrotada son amantes de los cochupos,
anhelan un Estado de chueco, más no de Derecho, para conservar sus privilegios.
Nosotros, pugnamos por tener un auténtico Poder Judicial que atienda al pueblo
y no solo a una élite; por eso votamos 36 millones de ciudadanos.
Bloqueos,
sinrazones, propagación del odio y la desinformación. Sumado a empujones,
gritos, toma de Tribuna, destrucción a su paso; son las formas del conservadurismo
que se niega a que México se transforme para alcanzar el Estado de Bienestar.
¡No nos vamos a dejar! La revolución de las conciencias es lo más eficiente
ante el pensamiento conservador y reaccionario.
Para cerrar esta
Nornilandia les pregunto ¿Se han dado cuenta que los rasgos del Supremo Poder
Conservador reencarnaron en la Ministra presidenta de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, Norma Piña? ¡dense cuenta!
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima
Nornilandia!