@BarbaraCabrera
Ánimo
mi gente, ánimo y potencia.
Ánimo
mi barrio, ánimo delincuencia.
Ánimo
mi sangre, ánimo y conciencia.
Ánimo
mi banda, ánimo delincuencia.
[Estrofa de una canción
de Molotov]
Recientemente (tal parece que ya no
interesa la fecha en que se lea esto) nos enteramos que alguien sufrió un
desafortunado evento derivado de la inseguridad, la cual se extiende a pasos
agigantados por todo el territorio nacional, de este cada vez más
#MéxicoLindoyHerido. El INEGI reveló datos acerca de la percepción de
inseguridad, con lo que corroboramos que los mexicanos nos sentimos inseguros. (74.1%
no se siente seguro en su ciudad).
Tendencia nada alentadora y para muestra
algunos casos:
El 15 de mayo, el sacerdote Miguel Ángel
Machorro fue atacado con una navaja al terminar de oficiar misa en la
Catedral Metropolitana de la
Ciudad de
México; es decir, ya ni su Dios lo salva.
El 17 de mayo, Molotov (banda de rock
emblemática) denunció que un grupo armado asaltó con violencia uno de sus
autobuses en la zona de Ixtlahuaca, Estado de México, robándose sus
instrumentos, por lo que tuvieron que posponer una de sus presentaciones.
Ambas noticias se hicieron virales e
indignaron más allá de la feligresía o comunidad artística, contribuyeron al
encabronamiento ciudadano; pero estos son solo dos casos representativos de la
sensación de falta de seguridad que padecemos en el país. A diario se vive en
el transporte público, en las calles; al salir de noche, al salir de día; en
los estacionamientos de centros comerciales, etcétera, etcétera. Párenle de
contar…
Mención aparte, es la zozobra que se vive
en el gremio periodístico, el comprometido con la verdad, con informar; ese que
valientemente investiga para dar la nota y desde su palestra contribuir a un
cambio y que, por hacer sentir incómodos a los malos, pasa a formar parte de
una indignante estadística. Hay que decirlo de forma contundente: a la
autoridad parece importarle un bledo, reacciona tarde –cuando se digna a
hacerlo- y se atreve a simular acciones como si se tratase de una panacea
presidencial o un remedio mágico dictado por la autoridad en turno, que se ve,
se siente... sirven para maldita la cosa.
En su banalidad y sin acciones que
demuestren lo contrario, el señor Peña manifestó después de varios periodistas
asesinados y ante la presión de acción “no podemos permitir la censura ni las
restricciones a la labor informativa de la prensa. Una democracia plena
requiere que nadie calle su voz”. Que quede claro a quien corresponda #NoSeMataLaVerdadMatandoPeriodístas. Si nos quedamos
sin información, todo se perdería.
Es cierto, las noticias que circundan el
ambiente, no son reconfortantes; y no lo son solo por ser -como nos tildan
algunos- unos quejumbrosos y pesimistas exacerbados, sino porque es la realidad
que nos pide hacerle frente con un cambio urgente, no solo de gobernantes, de
leyes y políticas públicas, sino de un renacer ciudadano; de cambiar el chip a
esos que creen que ya no pueden hacer nada; aquellos a los que no les importa
por quien votar si dicen que todos los candidatos son iguales; a esos que
venden su voto dejando salir por la puerta trasera su dignidad; a esos que van
por ahí sin rumbo, como zombis, perdidos y hundidos en un ensimismamiento -sea
por valemadrismo o ignorancia-; ellos, ocasionan que la realidad se estén
poniendo cruenta por ser parte del problema y no de las soluciones para
sacudirnos a un régimen podrido que se mantiene, porque simple y sencillamente
deciden dejar hacer, dejar pasar. Condenándonos a brindar por el aguante.
Constantemente me preguntan mis alumnos,
mis lectores, mis familiares, mis amigos, mis seguidores en las redes sociales
¿Qué podemos hacer? ¿A dónde vamos a parar? ¿Ahora por quién votar? Sin duda,
los ánimos andan muy bajos, cada vez creemos menos. El fenómeno de desafección
socio-política parece ser el protagonista y es uno de los monstruos a vencer.
Pero por algún lado debemos comenzar.
Lo he dicho en diversas columnas y foros:
hagamos lo que nos corresponde sin joder al prójimo, pugnemos y no permitamos
que se nos reduzcan libertades y esto lo podemos lograr si TODOS salimos y
votamos en conciencia, sin despensa, tarjeta o prebenda de por medio; elegir en
libertad y sin miedo. Solo así el Sistema comenzará a tomarnos en serio, y a
saber que con nosotros no se juega; luego ser más participativos –por mínima
que a veces parezca nuestra intervención, sepan y grábense que con ello estamos
siendo factor de influencia-.
Asimismo, es preciso ensanchar el
entendimiento: lean, escuchen y contrasten más todo el tiempo. Ineludible
derribar las barreras del status
quo y levantarse de su cómodo
sillón.
¿Por quién votar? eso no lo debo
determinar yo, sería pretencioso. Tengo opiniones bien definidas al respecto en
mis columnas, cada cual deberá decidirlo y hacerlo, sin titubeos.
Y evocando a Mafalda ¿no sería más
progresista preguntar por dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?
Finalmente les cuestiono ¿acaso sin querer continuaremos echándole porras a la
delincuencia en sus múltiples manifestaciones?
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima
Nornilandia!