“Sépase
que la dignidad, no tiene clase social”
@BarbaraCabrera
Enrique Peña Nieto y sus
secuaces lo volvieron a hacer, solo que esta ocasión parece que con un poquito
más de astucia, pero muchas más mentadas: dieron la impresión de llenar el
Zócalo capitalino para dar el Grito de Independencia ante una horda de
acarreados que siguen sin entender –sea por convicción o imposición– que la
dignidad no tiene clase social.
De manera recurrente –y la
ceremonia anquilosada a que hago referencia, no fue la excepción– EPN dio la
espalda a una Nación herida que clama –desde el inicio del sexenio– su
renuncia. El grito número cuatro del peñismo abstracto [http://bit.ly/29ozYkc] no fue más que un burdo
espectáculo para
la televisión: con una actriz en decadencia y una familia extendida,
improductiva y gastalona; el que se coronó con menos de un minuto de arenga en
la cual –con el
rostro visiblemente molesto– lanzó cuatro vivas a México. Le siguieron fuegos
artificiales y música.
A tal acontecimiento fueron
convidadas personas no solo del Estado de México, tal como lo dicta la fórmula
institucionalizada. En esta ocasión se unieron contingentes de Hidalgo,
Tlaxcala, Puebla y trasciende que hasta de San Luis Potosí; a quienes se les
reconoció por diversos distintivos como calcomanía en el pecho, pulseras
plásticas tricolores y hasta brazaletes de papel plastificado. Con su torta
bajo el brazo y ataviados con un impermeable gratuito, se dispusieron a
aplaudir a Peña Nieto, a quien esperaron al son que recibían a la farándula que
amenizó el evento, para amainar a las multitudes.
El señor Peña, inquilino incómodo de
Los Pinos, parece creer sus propias mentiras y es así seguramente por sus
escasas lecturas y el desconocimiento del país que dice gobernar; se empecina
en mostrar un país en jauja, aludiendo a que está Moviendo a México. Infórmesele
de nueva cuenta que efectivamente lo mueve, pero en su contra y hacia un abismo
extranjero.
No entiende que la realidad no es
posible esconderla llenando de aplaudidores y acarreados el Zócalo, ni algún
otro espacio. Ni se cambia recibiendo el Premio al Estadista en New York. Ni se
modifica intentando callar las voces disidentes, ni lanzando a los granaderos a
las calles para evitar las manifestaciones, las cuales por cierto estaban ese
mismo día y hora a unas cuadras de donde se llevaba a cabo el Grito. Marcha,
que desde el 2012, exige la renuncia de Peña Nieto; protesta entre la que se
escuchó al ritmo del Noa Noa de Juan Gabriel un: ¡Gritemos, fuera Peña! ¡Fuera
Peña! ¡Fuera Peña! ¡Fuera Peña!… ¡Peña vas a renunciar!
Legalmente faltan dos años para que
EPN concluya su sexenio, el que pasará a los anales de la historia como el del
retroceso, el de la venta contemporánea del país. Aquél donde la ya de por sí
gris y devaluada figura presidencial, se ha diluido a nivel de burla.
En el ocaso del sexenio, el señor
Peña, entre repliques de campana y ondeando el lábaro patrio, ha dado cuenta
del repudio nacional, con un Zócalo achicado, rodeado de vallas y con retenes
de dos filtros de seguridad para los asistentes, esos acarreados al grito de
Peña.
No sé ustedes, pero yo sí celebre el
grito, pero contra los corruptos.
Yo amo #México por eso alzo la voz.
Hasta la próxima #Nornilandia