@BarbaraCabrera
“La sociedad no puede
en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del
género humano”
Concepción Arenal
El
8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, conocido
comúnmente como Día Internacional de la Mujer. Es la fecha en que se reivindica
y reconocen derechos por los que históricamente se ha luchado. A propósito de
este día encontramos eventos por doquier, donde los discursos, apoyos,
políticas públicas parecen ser –por lo menos en los discursos- óptimos,
adecuados y suficientes.
¿Y
que pasa con la existencia de las “primeras damas”? Para comenzar, el de
“primera dama” es un título no oficial de quien tradicionalmente ejerce el rol
de esposa del presidente, es honorífico y podría decirse protocolario. La
pregunta es ¿actualmente es un término válido y aceptado?
Según
datos del INEGI, de los 112 336 538 de
habitantes que hay en el país, 57 481 307 son mujeres. De las cuales una es
llamada “primera dama” a nivel federal; 27 a nivel estatal, por aquello de las
5 vacantes (Tlaxcala, Zacatecas, Chiapas, Estado de México y Distrito Federal)
y así también son consideradas por costumbre, las de los 2,417 municipios.
¿Y
que es lo que las convierte en “primeras damas”? Simple y sencillamente ser la
esposa del titular del Poder Ejecutivo, digamos es la aplaudidora número uno de
las hazañas gubernamentales. Aquella que genera expectativa en la mass media que expectante publica la
nota del diseñador que la viste para tal o cual evento; esa mujer de sonrisa
perpetua y de saludo corto-corto, largo-largo.
Es
oportuno decir que esta (la de nombrar “primera dama”) no es una práctica exclusiva
de #MéxicoLindoyHerido, sino que se reproduce a lo largo del mundo. Aquí el
debate son los alcances de dicha figura y la trascendencia de su actuación.
Las
hay polémicas, como Sasha Montenegro, famosa por su participación en el cine de
ficheras y naturalizada mexicana que después de muerto José López Portillo,
sigue cobrando la pensión vitalicia por la sencilla razón de haber sido la
esposa de. Las hay entrometidas y mandonas, como ejemplo está Marta Sahagún que
ahora es primera dama del Centro Fox desde donde su esposo sigue con delirios
de presidente; las hay grises, como Margarita Zavala que prefería caminar bajo
la sombra de quien ostentó el cargo de presidente. Hasta la actual, presta a
posar con poca ropa para calendarios que hace algunos ayeres embellecieron algunas vulcanizadoras y talleres mecánicos y
que saltó de la pantalla chica de donde
se jubiló como actriz, para ser la acompañante del señor peña por su transito
por Los Pinos. Ahora en su papel protagónico de “primera dama”, recatada y
discreta.
El
problema central, además de la terminología con la que de manera complaciente
son llamadas y tratadas, sin importar méritos, es decir, que más da si no se
han destacado por su trabajo y conocimientos a favor de la infancia y la
asistencia social; ellas son nombradas presidentas del Sistema Nacional para el
Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que aunque honorífico, es un cargo que
pone a su disposición personal, oficinas y presupuesto para encauzar las
políticas públicas relacionadas con los sectores aludidos.
Desde
mi perspectiva, el concepto de “primera dama” debe ser suprimido de las
prácticas anquilosadas persistentes, que nos evocan seguir luchando por conquistar
la igualdad entre un género que desde tiempos inmemoriales pugna por obtener
mejores lugares y esa escisión poco aporta y mucho ejemplifica de lo que falta
por hacer.
Sin
duda, una participación más activa de las mujeres en los ámbitos social,
cultural, político y económico sigue siendo una asignatura pendiente. Desde
nuestras trincheras sigamos trabajando para ocupar más espacios públicos.
A
ti mujer trabajadora; a ti que sales todos los días a conquistar el éxito en
tus actividades; a ti que te preparas y actualizas; a ti que a pesar de no
tener un título eres una guerrera; a ti mujer que saca adelante una familia; a
ti que eres sostén de la sociedad; a ti que enalteces el género te digo
¡felicidades!
Es
todo por hoy.
Nos
leemos la próxima Nornilandia.