@BarbaraCabrera
“El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra”
Kart Marx
Desde tiempos inmemoriales la política posee una práctica que se ha incrementado en los últimos tiempos: me refiero al dedazo; una palabra que en apariencia es inofensiva y hasta graciosa. ¡Nada más alejado de la realidad!
Pero… ¿Que es el dedazo? ¿Para que sirve? ¿Es conveniente su aplicación en un país como el nuestro? ¿Quién lo práctica?
El Diccionario electoral del Instituto Nacional de Estudios Políticos advierte: “el dedazo, es un término que se emplea para indicar que un gobernante, funcionario o aun un candidato a presidente de la República fue elegido por la voluntad de una persona (quien lo señaló con su dedo índice), sin considerar la opinión de los ciudadanos ni de su partido y sin respetar las normas de la democracia”, mientras tanto, la Real Academia de la Lengua Española refiere en su segunda acepción que dedazo es la “designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor” Mientras tanto, Ambas definiciones son coincidentes respecto al vocablo imposición. Hoy en día, se intenta matizar dicho concepto por el de “candidatos de unidad”. No obstante, se ha demostrado que no es así; baste recordar las inconformidades de aquellos que no han sido ungidos, a los que además no se les ofrece un “hueso alterno”. Para ejemplificar, viene a mi mente el Caso Enrique Peña Nieto, así como el de Isabel Miranda. De ahí, la Dedocracia en cascada.
Más allá de señalar nombres por todos conocidos, se advierte en el ambiente político mexicano esta práctica de manera constante y sonante. Los dedazos, vieja práctica que algunos políticos anquilosados y otros que apenas ingresan a este mundo pero que ya lo dominan y hasta lo aplauden; la consideran conveniente y se atreven a decir que oxigena a “sus partidos”; une a sus huestes para llegar al gobierno y demostrarnos con hechos que “sí saben hacerlo” ¿hacer qué? -nos preguntamos los ciudadanos-.
Aún con la alternancia, vemos como México lindo y herido ha constituido el botín político que cada tres o seis años se reparte entre aquellos que resultan triunfadores en una contienda electoral. Ante tal situación, ¿será que los ciudadanos percibimos una democracia o estamos inmersos en una Dedocracia? ¿Somos parte de los que decidimos a través del sufragio a quienes nos gobernarán o de aquellos que todavía creen que no votar es castigar a los políticos? Debo decirles que no votar castiga de manera directa a los ciudadanos, en virtud de que aquél que tenga un voto más que el otro, es quien tomará las riendas del país; y si a esto le sumamos su designación a través del multiaplicado dedazo, entonces es cuando vienen los problemas de legitimidad y esto se convierte en el cuento de nunca acabar.
Recapitulando, los ingredientes de la Dedocracia son: un partido político, coalición o alianza que arrope al “candidato”, reglas partidistas vulneradas o elaboradas ad hoc para llevar a cabo esta práctica; un grupo poderoso o personaje único encargado de ungir a quien portará el “hueso” en pro de una unidad mal entendida y una ciudadanía permisiva presta a votar en masa por dicho personaje solo porque es “el candidato”.
Y luego nos preguntamos porque un alto porcentaje de la población está tan apartada de las cuestiones políticas y hasta se asumen “apolíticos”
Definitivamente, existen formas que es imperativo cambiar y no me refiero únicamente a reformar el orden jurídico; lo verdaderamente trascendente es cambiar esa cultura político - ciudadana que nos ha llevado a consolidar la Dedocracia y no así la Democracia.
Es todo por hoy.
¡Nos leemos la próxima Nornilandia!