@BarbaraCabrera
“Un mundo diferente no puede ser
construido por gente indiferente”
Peter Marshall
Así es, la
anterior es una máxima que evoca porque transitamos en un mundo al revés;
situación que intentan resolver en otras latitudes, no así en
#MéxicoLindoyHerido; ello se debe a múltiples factores: la apatía, el escaso
índice de lectura, el desconocimiento de las repercusiones que los actos u
omisiones ciudadanas tienen a mediano y largo plazo. A ello se suma el
conformismo y la facilidad con la que algunos se convencen de las promesas de
los políticos en relación a un insuficiente porcentaje de rendición de cuentas.
Vemos la actitud
de los aplaudidores y de los practicantes del insalubre besamanos de un sistema
que a como de lugar trata de perpetuarse, a pesar de que su fecha de caducidad
data de décadas atrás; es decir, estamos ante la restauración de un antiguo
régimen.
Dichos
especímenes, parecieran ser inmunes a la podredumbre de cuanto ocurre, como si
los gasolinazos, el incremento a los impuestos y productos básicos no aplicara
a ellos ¡nada más alejado de la realidad!. No obstante, motivados y alegres
viven una realidad que desconocen o pretenden ignorar.
De ahí que
construir un mundo diferente con gente indiferente se torne complejo. En este
sentido, es preciso voltear hacia otras regiones, para ver que aprendemos y
aplicamos.
Cambiar al mundo
amigo Sancho que no es locura ni utopía sino justicia, dice uno de los pasajes
de El Quijote; que del otro lado del mundo parecen observar y me refiero a la
República Árabe de Egipto, país que desde 2003 gestó un movimiento conocido
como Kifaya cuyo principal objetivo
era buscar mayores libertades ciudadanas y democracia. Ello condujo a derrocar
a Hosni Mubarak en febrero de 2011, tras 30 años de detentar el poder en
Egipto. ¿Cómo lo lograron? Con organización –especialmente a través de las
Redes Sociales, en concreto Twitter- y venciendo una pandemia a nivel global:
la apatía. Dicha revolución se reconoce como la primavera árabe. Un ejemplo
mundial de que decidirse a levantar la voz para exigir derechos fundamentales
es posible.
Con ello, los
egipcios se han convertido en un enigma y ejemplo para el mundo.
Ahora bien, a
pesar de tener en la figura de Mohamed Morsi al primer presidente elegido
democráticamente en la historia de ese país; quien asumió el cargo el 30 de
junio de 2012, el pueblo está demostrando que es soberano, que si un gobernante
no funciona será despedido. Se advierte que Morsi no cumplió con las expectativas
de una población cada vez más demandante, quien al unísono expresa a la clase
gobernante ¡ey, estamos aquí observando lo que haces y como lo haces y no
dudaremos en hacer uso de nuestro poder ciudadano! Y así fue, el 3 de julio de
2013 el ejército dio un nuevo golpe de Estado. Ya veremos si el siguiente
cumple las expectativas y necesidades ciudadanas de aquél país. Lo cierto es
que después de la primavera árabe el mundo no puede, ni debe ser el mismo.
En este lado del
orbe, aunque existe la creencia de que somos más los que urgimos el rescate del
país, todavía no se nota del todo. Estamos desorganizados; un porcentaje
importante continúa inmerso en una simulación que poco ayuda. A veces, se
antoja pensar la antiquísima frase de “aquí no pasa nada”.
Lamentable quien
no lee; indignante actuación de aquellos que se entregan sin reservas a los
designios de sus líderes políticos; desafortunado país de sobrevivientes con
pobres de espíritu que prefieren no salir de un status quo impuesto por la situación imperante.
Así es, no solo
geográficamente estamos tan lejos de Egipto. Contagiémonos de ese espíritu y
hagámoslo posible. ¿Y si nos concentramos en las principales plazas públicas y
comenzamos una revolución? Mientras todo siga igual e involucionando el
pronóstico es: reservado.
Hasta aquí esta
Nornilandia. Nos leemos la próxima.