@BarbaraCabrera
“En tiempos de corrupción es cuando más leyes se
dan”
Étienne Bonnot de Condillac
En
mi labor como investigadora parlamentaria, de manera constante estoy en
búsqueda de información que me permita llevar a cabo de manera eficiente mis
labores.
En
esas indagaciones encontré un dato curioso que comparto con mis lectores en
esta Nornilandia, se trata de la “Ley de la Silla”, Decreto #1830 del Estado de
Jalisco, aprobado el 17 de junio de 1914 publicado tres días después, el cual
dispone que en las tiendas y sus dependencias, donde se manipulan y ofrecen al
público mercancías con intervención de un personal femenino, habrá tantos
asientos cuantas mujeres trabajen en esas tiendas, cuyos asientos podrán usar
las empleadas no habiendo trabajo. Misma disposición se promulgó el mismo año
en Chile; y antes de ello, –en 1912- fue España quien legisló al respecto.
Ordenamientos que tienen en común ser disposiciones olvidadas, es decir como
muchas: son letra muerta.
Ello
evoca diversas situaciones, una de las cuales es la dignidad y condiciones
adecuadas para llevar a cabo el trabajo;
no obstante, no me enfocaré a ello sino al nerviosismo legislativo, lo que
implica llevar a las leyes cualquier tipo de temáticas, problemas, fobias,
filias y situaciones que no siempre es a través de una serie de artículos que
encuentran solución; contexto con el que seguro distará aquel sector que sueña,
come, vive y se recrea con la tentación de crear leyes a la menor provocación y
a pedido; pero no de buenas leyes, ni mucho menos adecuadas; sino aquellas que
los hagan lucir y/o quedar bien con sus electores –cuando sea el caso- o con
sus patrocinadores; o aquellas que son redactadas a partir de un correo
electrónico masivo sin más sustento que ello; o las que resultan de compromisos
políticos y pactos que no siempre se comprenden, por más transparencia,
agregados o addendum que aludan.
Ahí
tenemos el multicitado pacto por México, que no ha estado exento de
controversias, tropiezos, berrinches, pero eso sí de compromisos entre amigos.
Al principio, las reformas pactadas salieron de la planchaduría legislativa sin
novedad aparente. Luego como en una misma voz: Gustavo Madero y Jesús Zambrano,
dijeron como aquél juego de la infancia “ya córtala”, mas tarde como si les
hubiesen endulzado el oído, aludieron “siempre si somos aliados”. Después, Emilio Gamboa –desde el Senado-
levanta la mano y dice “con el pacto o sin el pacto, las reformas van”; dando
un claro y contundente mensaje a ese par de “berrinchudos”. Así, el pacto por
México es reactivado con agregado antifraude, que incluye la creación de un
órgano ciudadano que vigile el uso de los programas sociales y su suspensión 45
días antes de la jornada electoral del 7 de julio. Una práctica a la vieja
usanza que alguna vez se dijo ya no pasaba en este país, ¡nada más alejado de
la realidad!; sorprende la careta de ingenuidad política de unos y el cinismo
manifiesto de otros; así como la aún pasividad y simulación de una invitación
que antoja pensar “aquí no pasa nada, vamos bien y estaremos mejor”
Mientras
la gasolina sube mes a mes; los productos de la canasta básica disparan su
precio de manera estrepitosa; los sueldos y empleos duermen el sueño de los
justos. Tenemos un síndrome de reformitis
y creación de leyes cual si se tratará de una varita mágica. La Ley de la
Silla, sin duda es un ejemplo representativo de ello. ¿Qué sigue?
Es
todo por hoy.
¡Nos
leemos la próxima Nornilandia!