10 may 2017

POSVERDAD Y REDES SOCIALES

“En un tiempo de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”
George Orwell

Les voy a contar una historia.
Un día Larry, sabedor de su poder y protagonismo en esta Era Digital y de Revolución Tecnológica decidió decirle algo al mundo a través de un tweet; un mes después la red del muro se enteró y en consecuencia G+ se interesó en la nota y la hizo suya a través de su espacio. La noticia no se quedó ahí, ya que alguien le contó al sitio Web especializado en albergar videos [ese donde está la Yuya, Don Justo Verdad, las pifias de Peña Nieto y furcios varios] y entonces el dato se transformó en video. Acto seguido, la red social dedicada a subir  fotografías y videos de corta duración, la plasmó en imágenes; y todos juntos hermanados en lo que conocemos como redes sociales, la hicieron viral.
No obstante, resulta que en todo este viaje ciberespacial a nadie se le ocurrió validar la información. Lo que comenzó a través de los 140 caracteres que dicho sea de paso dio la vuelta a la Twittósfera y más allá, a cualquiera le pareció fácil y cómodo expresarlo y sin más, simplemente… lo tuiteo, sin contrastarlo, ni verificarlo. Y luego las otras redes, cual borregos solo dijeron beee beeeeee y ¡zas! que lo propagan. Bueno, dicha osadía correspondió a los usuarios; y es que las redes sociales no piensan, lo deben hacer 6 actores distintos: yo, tú, el, nosotros, ustedes y ellos; así de simple. Y a partir de un acto de raciocinio láncense los tweets, háganse los post, vengan las imágenes y prodúzcanse los videos.
Es un hecho, a las redes sociales -su naturaleza y arquitectura- la conformamos y avivamos, todos. Tal cual ocurre con la plaza pública, nos corresponde, darles vida.
Ahora, acompáñenme a conocer parte de la conmovedora, hilarante y a la vez aciaga historia de la posverdad en la arena socio-política.
El término de referencia surge en el contexto del referéndum británico que planteo la salida o no de la Comunidad Económica Europea, conocida como el Brexit, así como de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuyos protagonistas fueron Hillary Clinton y Donald Trump, este último coronado como uno de los máximos contribuyentes en estos menesteres. Y así se extiende en cada rincón del mundo -real y virtual- la utilización a discreción y a veces descaradamente de la posverdad.
En México, la posverdad tiene sus propios protagonistas y para muestra escuchen con atención al líder del peñismo abstracto http://bit.ly/2nvpPJB que en unas cuantas palabras intenta disfrazar la realidad y ofrecer un México donde el #todobien, la paz, la armonía y la tranquilidad imperan. Seguramente en el mundo de Enrique Peña Nieto existen los unicornios y los ositos cariñositos.
De lo que no hay duda es que la posverdad trasciende fronteras, derriba muros [o sea no le interesa el muro de Trump, le pela los dientes] no necesita visa o pasaporte. Vaya, la posverdad no tiene nacionalidad, es universal y omnipresente.
The Economist en un artículo titulado “El arte de la mentira” arguyo que Trump es el principal exponente de la política de la posverdad que se basa en frases que se sienten verdaderas, pero no tienen ninguna base real. Y me pregunto y les cuestiono: ¿En donde habremos escuchado eso? ¿Algún político mexicano vendrá a su mente? ¿Acaso determinadas reformas legales y políticas públicas?
A la par, el Diario El País publicó un artículo llamado “La era de la política posverdad” en el cual se recordaba que una cosa es exagerar u ocultar, y otra, mentir descarada y continuamente sobre los hechos. ¡No pues ya estuvo que con la mayoría de la descriteriada y hambrienta clase política de este aún #MéxicoLindoyHerido, ya valió!
Para la desmemoria el mismo diccionario ha nombrado palabras de año las siguientes: selfie [2013], vapear [2014], emoji [2015]. ¡Ya avanzamos! porque la posverdad [palabra del año 2016] -con el poder de sus nueve letras- es una palabra que invita y provoca a reflexionar, para actuar en consecuencia.
En resumidas cuentas, posverdad por aquí, posverdad por allá. Posverdad, presente y sonante; casi estridente, cautivadora, provocadora; amada por unos, analizada por otros y temida por sus consecuencias. Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales.
Hace algunos años di algunos discursos ante un público numeroso. El primero, lo expuse desde la razón, con palabras y propuestas cuidadosamente seleccionadas; fui aplaudida y felicitada. El punto de comparación se dio después de mi segundo discurso, dictado ante un auditorio similar en ideología y número, en esa ocasión fui emotiva, mi único objetivo era mover sentimientos para que el auditorio se manifestara de cierta manera; ¿y que creen?; el segundo, con menos razón y más corazón, tuvo gran impacto. Los aplausos y las felicitaciones, se duplicaron. Años de distancia y tomando como referencia la definición de Oxford, me percato que lleve a cabo un ejercicio con tintes de posverdad. En aquellos ayeres, transformé a los espectadores en un laboratorio sociológico.
Actualmente, la posverdad ha sido acogida de forma negativa y su uso parece noquearnos sin límite de tiempo. Algunos la percibimos, pero todos la vivimos y padecemos exponencialmente en las redes sociales, trasladándose a los medios tradicionales; siendo duplicada por gobernantes y políticos, sin pudor alguno.
¿Cómo combatirla y darle un nocaut? ¿Se puede? La respuesta a esta última interrogante es sí. Los cómos aunque en apariencia son sencillos no cualquiera se atreve a ejercitarlos, ahí les va: lean, contrasten, verifiquen, usen el sentido común y generen su propia opinión. En suma, las grandes mentiras existen solo si tú te las crees, por eso escuchen, vean y lean más todo el tiempo. ¿Es fácil? nada que valga la pena en esta vida, lo es. Dejo aquí esta provocación, para la reflexión.
Por hoy es todo.
¡Hasta la próxima Nornilandia!