@BarbaraCabrera
El agua es a la vida, lo que la
transparencia a un buen gobierno
¿Por qué? ¿Dónde? ¿En qué momento el poder de la transparencia perdió su razón primigenia de ser? ¿Cuando se transformo de instrumento para el bienestar colectivo a instrumento de servicio personal? ¿Cómo acotamos como ciudadanos el poder desmedido que les hemos dado a los representantes del Estado? ¿Qué instrumentos nos permiten supervisar el quehacer del gobierno?
Surgen estas interrogantes en tiempos actuales, al analizar casos tan notoriamente absurdos como la licitación 21, el manejo de los bienes incautados al crimen organizado en poder de la SHCP , el caso de la guardería ABC, la construcción de diversas obras públicas que se van a llevar a cabo o que se ejecutan en el lugar donde residimos, hasta el sueldo y dietas de nuestros gobernantes. El panorama de pronto se torna claroscuro. Cierto, ya tenemos una base constitucional, el 6º, que por sí mismo pareciera ser suficiente para que como ciudadanos adquiramos el poder de la transparencia. Del texto constitucional se deriva la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. Contamos con un órgano garante y regulador de este derecho, el Instituto Federal de Acceso a la Información , conocido por sus siglas como IFAI. Los resultados no son óptimos, ni suficientes para la vorágine social en la que estamos inmersos.
La transparencia, es indudablemente una de las formas de control del poder político por excelencia, mecanismo a través de la cual la sociedad puede auscultarlo. Por ello, es importante valorar que el ejercicio de un gobierno transparente ayuda a la construcción de un Estado Democrático de Derecho; logrando que la ciudadanía pueda participar de manera informada e influir sobre las decisiones de políticas públicas y a su vez dar confianza a las instituciones del Estado.
Para colocar un dique al autoritarismo, a la discrecionalidad y a la corrupción, necesariamente las instituciones públicas deben ser transparentes y, en consecuencia rendir cuentas de su quehacer. Que la transparencia se vuelva una cultura cívica, se extienda y forme parte esencial de las actitudes y comportamientos permanentes de empresarios, de la sociedad civil, de partidos políticos, de organizaciones sindicales, de los ciudadanos y, por supuesto, de los servidores públicos en su desempeño, no solo público sino profesional y la interacción entre todos, es un imperativo y lo que llamo “el poder de la transparencia”
Como ciudadanos, ansiamos un gobierno transparente, anhelo al que no debemos claudicar.
El poder de la transparencia, estoy convencida será una parte del camino que debemos recorrer en la construcción de la consolidación del Estado Democrático de Derecho, para mejorar las políticas públicas que están caducas para los tiempos que hoy enfrentamos.
Porque sólo una ciudadanía honesta, bien informada y participativa es capaz de juzgar la actuación del gobierno. Sin transparencia y sin acceso a la información pública es imposible exigir cuentas a los gobernantes. Porque el servicio público debe ofrecer al ciudadano un rostro sin máscara, que muestre el sentido más amplio de su desempeño y de su compromiso con los más altos valores de la patria. Los verdaderos cambios no están solamente en las leyes, sino también en las conciencias de todos los mexicanos.
Es todo por hoy, me interesa tu opinión, participa.
¡Nos leemos la próxima Nornilandia!