@BarbaraCabrera
“El hombre es un ser razonable y la libertad es inseparable de la felicidad.
El fin de la política es la búsqueda de la felicidad que reside en la paz, la armonía y la seguridad. Así no hay felicidad sin garantías políticas y no hay política que no deba tender a extender una felicidad razonable”
John Locke
Cuando se escribe desde la razón se pueden argumentar con precisión distintas temáticas que inciden en la vida pública respecto a asuntos que a todos nos atañen. Pero ¿Qué hay más allá de ello? ¿Qué es lo que anhela cada ciudadano? ¿Considera que su calidad de vida es buena? ¿Cuáles son las expectativas?
Todo este tipo de cuestionamientos son interesantes, sobre todo si sus respuestas son tomadas en cuenta por la clase política; para que sean reflejadas en la elaboración y aplicación de políticas públicas más eficientes; que vayan orientadas a lograr esa felicidad que se supone el estado debiera garantizar.
Entonces, ¿Qué es la felicidad? la Real Academia Española señala que proviene del latín felicitas, átis. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien / Satisfacción, gusto, contento. Suele tratarse, en esencia de un término subjetivo referente a un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.
En esta ocasión, analizaré un estudio llevado a cabo por Consulta Mitofsky denominado ¿Cómo se siente el mexicano?, el cual a través de una metodología propia capta los distintos enfoques de ese sentir nacional.
Veamos que nos revela la encuesta:
Se recupera algo de optimismo y 6 de cada 10 terminan por afirmar que en 2010 le fue mejor que en 2009; este resultado sin embargo no supera al 66% de 2006 y 2007. Mientras que 37% de los mexicanos dicen que 2010 fue peor año que el que vivieron en 2009. Los ciudadanos pesimistas se concentran en las edades mayores de 50 años, en los niveles escolares bajos y en las zonas rurales.
La expectativa de un buen año está centrada en los méritos personales, así lo piensan más de 6 de cada 10 mexicanos; sin embargo esta proporción bajó respecto a años anteriores y crece la respuesta de los tres tipos de gobierno, es decir, hoy los mexicanos ven poco más importante lo que hacen los gobiernos como determinante de su bonanza o desgracia.
Lo más importante que espera les pase en 2011 a los ciudadanos es conseguir trabajo en la primera posición, seguido ahora de la economía que desplaza a la salud (hace 3 años, la salud era el principal deseo, hoy está en tercer lugar)
Es de destacar que 9% opina que mejorar su educación es su mayor deseo, valor que ha ido subiendo año con año.
Mientras la expectativa personal es buena y está centrada en la economía, la forma en que se ve al país es negativa y por primera ocasión el mayor deseo sobre lo que debería ocurrir a México es “Disminuir la inseguridad”, que desplaza a la economía. Hace un año 15% deseaba mejorar la seguridad, hoy subió a 25%.
Al pedir autoevaluación de 7 atributos, la honestidad sigue siendo la mejor calificada que después de dos caídas se recupera a niveles de 2005 y 2006. La autoevaluación que menos crece es la felicidad. Los niveles económicos bajos se dicen más religiosos.
Hasta aquí las conclusiones a las que llega Mitofsky. Ahora mis consideraciones.
Tal como lo adelante al inicio de esta Columna, en gran medida la ciudadanía espera lograr la felicidad de las acciones gubernamentales. Y esto tiene cierta lógica si partimos del supuesto de que vivimos inmersos en una comunidad donde tenemos representantes que toman decisiones en nombre de todos nosotros. Con independencia de si votamos o no por ciertos gobernantes en turno; cuando estos asumen el cargo, de manera inmediata serán quienes determinen el destino en varios rubros de la vida pública, a saber: economía, educación, cultura, legislación y un amplio etcétera.
Sin duda, vivimos tiempos complicados, donde las metas a conseguir han variado considerablemente; hoy nos ocupa la disminución de la inseguridad, incluso por encima de la economía. Lo que debemos tener presente es estar atentos a hacer lo que nos corresponde como ciudadanos: a ser más participativos, proactivos y propositivos. Porque solo cuando cada quien asuma su papel entonces todo marchara mejor.
Es todo por hoy. ¡Nos leemos la próxima!