1 oct 2010

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN


@BarbaraCabrera




Como es bien sabido, etimológicamente democracia significa el gobierno del pueblo. Sin embargo, en nuestro nivel histórico, tanto en occidente como en oriente no existe forma política alguna en la cual el pueblo como tal, ejerza el poder político. Por ello, sostengo que la palabra democracia tiene diversos significados y se emblematiza de diferentes maneras. Su uso ha ido en expansión en el discurso político; invade cada vez más los ámbitos no políticos, como el medio económico, familiar, cultural y hasta en el deporte. Sin embargo, no es la intención del presente artículo desarrollar un tratado acerca de la democracia y la participación. Lo que se enfatiza es que la democracia en si, simboliza lo que el pueblo quiere que represente.

Sumado a esto, hay que decir que el significado del término ha cambiado con el tiempo, y la definición moderna ha evolucionado mucho sobre todo desde finales del siglo XVIII, con la sucesiva introducción de sistemas democráticos en muchas naciones y sobre todo a partir del reconocimiento del sufragio universal y por supuesto del voto femenino en el siglo XX.

Las alusiones a la democracia son innumerables, entre ellas podemos referir las siguientes:

James Madison: “Las democracias siempre han ofrecido el espectáculo de la turbulencia y de la discordia, se han mostrado siempre enemigas de cualquier forma de garantía a favor de las personas o de las cosas. (El Federalista)”

Simón Bolívar: “Sólo la democracia... es susceptible de una absoluta libertad, libertad que se define como el poder que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley”

Tocqueville: “Un estado democrático de la sociedad, similar al de los americanos, puede ofrecer singulares facilidades para establecer el despotismo”

Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo. (Casa de los Comunes, 1947)”

Nelson Mandela: “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento. (Ushuaia, 1998)”

Las expresiones antes citadas están dadas en el contexto social y político del momento histórico de cada personaje mencionado. Ahora bien, existen definiciones más acabadas y académicas sobre el concepto de democracia, entre ellas encontramos, la de Germán Bidart:

“La democracia es una forma de organización política o forma de Estado [no forma de Gobierno] que conecta al elemento poder con el elemento humano del Estado. Esa conexión implica resolver el modo de instalación política de los hombres en el Estado, y de ese modo de instalación política tiene su dinámica real a través del poder estatal”

Una de las definiciones más socorridas de este lado del mundo es la que aporta Abraham Lincoln, citada porque tiene las ventajas de ser breve, directa y clara: la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Sin embargo, la fórmula de Lincoln no basta para definir la democracia; pues la utilización de democracia en su sentido literal inicia un discurso descriptivo cuya íntima naturaleza es permanecer inacabado.

Algunos estudios sostienen, que el término “democracia” sólo se refiere a un sistema de gobierno el cual debe contener las siguientes características:

a) Una Constitución que limita los diversos poderes y controla el funcionamiento formal del gobierno, y constituye de esta manera un Estado de derecho.

b) División de poderes.

c) El derecho a votar y ser votado en las elecciones para una amplia mayoría de la población (sufragio universal)

d) Protección del derecho de propiedad.

e) Existencia de varios partidos políticos (no es de partido único)

f) Libertad de expresión.

g) Libertad de prensa, así como acceso a fuentes de información alternativa a las propias del gobierno.

h) Libertad de asociación.

i) Ciudadanos educados e informados acerca de sus derechos y deberes.

Desde mi punto de vista la democracia es un principio que sirve de base para un buen gobierno, dicho con palabras de Charles Taylor “es una política del reconocimiento del otro”

Parafraseando a Bovero, muchas de las “desilusiones de la democracia tienen su raíz en la misma naturaleza indirecta del proceso decisional político” ya sea porque se pierde o porque esta mal representada; después del voto, los ciudadanos se sienten alejados de sus representantes, y estos, se transforman en un “ser superior”. Como decía Orwell, todos los ciudadanos son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Es importante subrayar que tanto el parlamento como la democracia representativa son dos aspectos de un mismo fenómeno jurídico-político puesto que el sistema parlamentario es una manera de expresión de la democracia, aunque ésta, no requiera de un parlamento, en cambio, en un sistema democrático indirecto, en el que el pueblo delega en mandatarios temporales el ejercicio de las funciones de gobierno, el parlamento encuentra su hábitat natural”

Esto me lleva a sostener que, desde siempre, se ha considerado que el parlamento es el poder más típicamente representativo de la soberanía popular y que en tal consecuencia nuestros “representantes” tienen el derecho a tomar las decisiones que consideren más importantes para el mejor desarrollo de nuestro bienestar y el de la nación.

Y es aquí, donde la participación de sociedad al momento de elegir a sus representantes es fundamental, pues nada menos se eligen a quienes deberán cuidar nuestros intereses y legislar en favor de una sociedad plural como la nuestra.

Sin embargo, ¿por qué si en “nuestro estado democrático” cumplimos con la responsabilidad de tomar parte en una elección, nombrando representantes, tenemos que dar un extra de participación? ¿Por qué no basta con votar y ya? ¿Por qué tenemos que participar en los problemas de las cosas que nos rodean si para ello ya elegimos a nuestros representantes?

Mauricio Merino, aporta algunas ideas para entender nuestra participación y la resume de la siguiente forma:

“…Participamos porque nuestros representantes formales no siempre cumplen su papel de enlace entre el gobierno y los problemas puntuales de una porción de la sociedad; participamos […] para cuidar los intereses y los derechos particulares de grupos y de personas que se diluyen en el conjunto mucho más amplio de las naciones; participamos, en una palabra, para corregir los defectos de la representación política que supone la democracia, pero también para influir en las decisiones de quienes nos representan y para asegurar que esas decisiones realmente obedezcan a las demandas, las carencias y las expectativas de los distintos grupos que integran una nación…”

Y es que aludimos constantemente a la participación de la sociedad desde espacios muy diversos y con objetivos diferentes, de forma tal que la participación suele ligarse, con propósitos positivos y casi siempre benéficos para quienes se involucran. Sin embargo, Merino Huerta advierte sobre dos dilemas de la participación que hay que tener en cuenta, a decir:

a) No todos quieren participar aunque puedan, y no todos pueden hacerlo aunque quieran.

b) La participación no puede darse sin una distribución desigual de aportaciones individuales, ni puede producir, invariablemente, los mismos resultados para quienes deciden "formar parte" de un propósito compartido.

Los motivos por los que participamos más allá del voto, parecen innumerables, y por ello afirmo que representación y participación forman un binomio indisoluble en el campo de la democracia.

A todo esto un punto parece claro, y existencialmente trágico, desde que nacemos, estamos condenados a participar, por que incluso absteniéndonos estamos formando parte de un sector que decidió quedarse pasivo y con ello formo parte de una posición política.

La participación, en los tiempos actuales, es la que comienza por la selección de representantes a través de los partidos políticos, y que sólo más tarde atraviesa también por las instituciones, las organizaciones políticas y sociales, y los ciudadanos que están dispuestos a defender sus intereses frente a los demás. Dicho de otra manera: la participación se vuelve una forma de controlar y moderar el poder inevitablemente otorgado a los representantes políticos.

En tal sentido, la participación debe ser entendida como una relación “operante y operada”, entre la sociedad y el gobierno: entre los individuos de cada nación y las instituciones que le dan forma al Estado. Porque “No podemos conocer una realidad social si no participamos, a la vez en su formación”.

La participación, pues, no es suficiente para entender la dinámica de la democracia, pero sin participación, sencillamente la democracia no existiría. Ahí es donde esta realmente cobra su peso real el valor que tiene la ciudadanía, construir un sistema democrático con su participación.