@BarbaraCabrera
“Cuidado
de la democracia. Como norma política parece cosa buena. Pero de la democracia
del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más
peligroso morbo que puede padecer una sociedad”
José
Ortega y Gasset
Acostumbrados
a no leer instructivos, ni mucho menos examinar las letras chiquitas de contratos
mañosos -que es donde se estipulan esos puntos finos que dan la ventaja a quien
lo elabora- así estamos, no solo en #MéxicoLindoyHerido sino en otras
latitudes.
Sabedores
de que vivimos en una democracia, la mayor parte de quien se ostenta ciudadano
cree que por esa simple calidad las cosas deben fluir como debiera ¡nada más
alejado de la realidad! La democracia es –o debería ser- de quien la trabaja y
no sólo representar diez letras que adornan discursos, buenas intenciones y
promesas que se van reciclando a la menor provocación.
Políticos
y sociedad transitamos en mundos paralelos. Aquellos dedicados a ejercer el
poder, en ocasiones con sin razones otras tantas en sumisión a interés
determinados; y los ciudadanos mentalizados de que las cosas así son. Todo ello
se convierte en un círculo tortuoso, donde unos abusan y otros se quejan
(cuando lo hacen) o se mantienen apáticos. Y entre tanto, la corrupción,
impunidad y complicidad inunda el ambiente, donde no hay presupuesto y nómina
que alcance para dar chamba a los cuates; donde hay que crear pactos,
instituciones y dependencias que hagan creer que no son los mismos y son
diferentes a los anteriores; donde hay que decir públicamente a quien es
señalado de corrupción “no te preocupes, hay que aguantar”.
Ante
tal situación, tal parece que esas letras chiquitas de la democracia –casi imperceptibles
y poco leídas- dicen: “las promesas son para incumplirse”; “hay que hacer uso y
abuso de los recursos públicos para posicionarnos”; “es imperativo desviar
recursos públicos para ser un político respetado”; “si eres del equipo tengo
que darte cobijo en la nómina”; “reformemos las leyes para ser más opacos, eso
sí sin que se note”; “en la clase política no aplica restricciones”; “es
preciso ganar elecciones sea cual fuera la manera” Y así continúan ad infinitum esas pequeñas letras que
hay que saber leer e interpretar para actuar y decidir en consecuencia. Lo que
sí les digo, es que no se crean todo lo que dicen los políticos; lo mejor es
ser observantes, participativos, proactivos, simple y sencillamente hacer lo
que nos corresponde, sin simulaciones y sin caer en la tentación de ser
ciudadanos que abonemos a esas letras chiquitas de una democracia que como dijo
alguna vez Jorge Luis Borges, es una superstición muy difundida, un abuso de la
estadística.
Por
hoy es todo.
¡Nos
leemos la próxima Nornilandia!