17 feb 2011

"REGLAMENTITIS" AGUDA


@BarbaraCabrera

“Tan perjudicial es desdeñar las reglas como ceñirse a ellas con exceso”
Juan Luis Vives


Inevitable hablar de este tema. Y es que, analizar las Sesiones Plenarias de la Cámara de Diputados, desde que entró en vigor su Reglamento el 01 de enero de 2011 (publicado en el Diario Oficial de la Federación el 24 de diciembre de 2010); constituye ver como se han polarizado las opiniones respecto a este conjunto de normas internas: algunos arguyen la inconstitucionalidad de dicho ordenamiento y otros tantos actúan de manera purista, aplicando cada letra de lo ahí contenido. Y como dice la frase que abre esta Nornilandia: ambas posturas son igual de perjudiciales. Los extremos no ayudan, en ocasiones se convierten en el principal obstáculo para sacar adelante el trabajo parlamentario. Para muestra, vean como se pierde tiempo al discutir cuestiones de procedimiento. Y aunque soy especialista en temas legislativos, ante todo soy una ciudadana que exige resultados palpables y no solo discusiones estériles que tienen como fin aparente perder tiempo valioso para discutir, resolver y, por ende legislar soluciones a los problemas nacionales.

Lo que es indudable y nadie podrá refutar es que, con la expedición de este nuevo Reglamento, la Cámara se moderniza en virtud de que el anterior documento data de 1934. ¡77 años de rezago! Y luego nos preguntamos porque el Legislativo no avanza ni se consolida como debiera. Sin duda, las reglas anquilosadas son un factor determinante.

Este, es un malestar que detecte en el Poder Legislativo, específicamente en la Cámara de Diputados: la “reglamentitis” aguda. Veamos si tiene cura. O si de plano se trata de un padecimiento a enfrentar sesión tras sesión.

Surgen las siguientes preguntas ¿Qué es un reglamento? ¿Por qué es tan importante este tipo de ordenamientos? ¿Cuál es la fuerza que guarda respecto a otras “reglas del juego”?

La técnica legislativa nos dice: un reglamento es una norma jurídica consecuencia de las competencias propias de una legislación; es decir la ley estatuye “los qué”, mientras que la materia reglamentaria nos señala “los cómos”.

Ahora bien, este conjunto de artículos que conforman el documento conocido como Reglamento, se emiten con la finalidad de dar certeza en los procedimientos, en este caso de la Cámara de Diputados, lo que coadyuva en ordenar su vida interna, situación que por sí misma es trascendente.

Para destacar la fuerza coercitiva de éstos, y el lugar que guarda dentro de una interpretación armónica en el mundo legal; me permito explicar dicha situación a través de la teoría pura del derecho de Hans Kelsen quien a través de una categorización de los ordenamientos jurídicos –conocida como pirámide kelseniana¬– advierte la prelación que tienen unos con respecto a otros.

En este orden de ideas, la Constitución es el ordenamiento de mayor jerarquía y de ella se deriva el funcionamiento de las otras normas que le siguen, a saber: tratados internacionales, leyes orgánicas, leyes ordinarias, decretos, reglamentos, circulares. Esto es, se trata de un sistema de normas jerarquizadas como una pirámide de varios pisos.

Regresando a la “reglamentitis”, tal revuelo ha causado entre los distintos grupos parlamentarios el nuevo Reglamento, que existen un total de 89 reservas a esta regulación. En esta tesitura, se han reunido la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias con los integrantes de la Conferencia para la Dirección de los Trabajos Legislativos, para lograr acuerdos sustanciales respecto a estas observaciones. Derivado de este acercamiento, únicamente se comprometieron a tener listo un acuerdo la última semana de febrero o la primera de marzo. ¡Haber si esto no deriva en otra enfermedad que aqueja no solo al legislativo, sino a todo la estructura gubernamental: la “reunionitis”!

La cuestión es cuando la “reglamentitis” influye en decisiones recalcitrantes y cuando van más allá de lo establecido en la propia Ley Orgánica y no se diga de la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. ¿Será que en próximas semanas se expida un antídoto legislativo que termine con este mal que he denominado “reglamentitis” aguda? No se pierdan esta nueva aventura legislativa.


Un placer escribir para Ustedes.



¡Nos leemos la próxima Nornilandia!