@BarbaraCabrera
“Las cartas de amor se escriben
empezando sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha
dicho”
Jean Jacques Rousseau
En tiempos difíciles, donde la credibilidad esta
demeritada de unos hacia los otros; de intolerancia, de campañas electorales; una
era donde el fenómeno de desafección de los ciudadanos hacia la política y
políticos va en franco crecimiento; en época de engaño universal; tiempo en que
las malas y trágicas noticias imperan y constituyen los encabezados de los
medios masivos de comunicación; período donde la digitalización e interconectividad
lleva a vivir en red; es preciso hacer un alto en el camino para hablar de amor,
en este mes amoroso; en esos días en que la mercadotecnia llevará a algunos a
comprar para regalar, para ser y pertenecer; decidí escribir un comunicado que
dirijo a todos y a nadie en particular. Comienzo.
Justo el año pasado afirmé que amar, debería se un
acto revolucionario agendado para celebrar cada día del año y procedí a
enumerar lo que desde mi perspectiva significaba Amor es… (Léase
http://bit.ly/1jBgevn) a casi un año de distancia, aquellas
expresiones continúan vigentes, lo que es más, deberían intensificarse debido a
las dificultades que enfrentamos, por todos padecidas en distinta intensidad;
en conjunto con ese fenómeno de desafección de los ciudadanos hacia la
política. De repente –y no de manera gratuita- dejamos de creer en las promesas
y acciones de la clase política; y los políticos enquistados/reciclados en la
palestra pública, dejaron de querer y respetar a la ciudadanía (con sus escasas
y honrosas excepciones).
Entonces una pregunta salta a mi mente ¿de qué manera
amar en tiempos convulsos? Y me refiero a ese querer necesario del binomio
sociedad-gobierno para que las cosas funcionen y tal vez marchen como debieran.
Ello trae consigo un sinfín de complejidades, las
cuales no solo dependen de un lado; es decir, no es unidireccional, sino que constituyen
una tarea compartida. Para esa pregunta no poseo una respuesta precisa, ni la
verdad absoluta; ya que no se trata de poseer una varita mágica o de un proceso
donde deban conjuntarse diversos componentes previamente establecidos y solo
darlos a conocer.
Amar en tiempos convulsos tiene que ver con condición
humana y con el grado de afectación/afecto que cada cual recibe y percibe de
esa interacción socio-política.
Amar en tiempos convulsos no es sencillo -¿qué lo es
en esta vida?- requiere de querer y de creer con certezas.
Y te comento a ti, a quien dirijo esta misiva; yo he
decidido amar en tiempos convulsos, porque sí creo que podemos cambiar las
cosas; decido amar en tiempos convulsos, por eso propongo, por eso he puesto
mis conocimientos al servicio de provocar un cambio; por eso soy activista
social, por eso convoco a que tú también ames y lo hagas con mayor intensidad
en tiempos convulsos.
A pesar de los no creyentes, de los no amorosos, que
con sus acciones incitan a no votar, abstenerse y alejarse de todo lo que huela
a política y adoptando el estilo de la Alegoría de la Caverna de Platón, alegan que no vale la pena,
que nada va a cambiar y bla bla bla, los que multiplicados provocan que el
camino este plagado de obstáculos para quienes empujamos hacia adelante para
sacar adelante este #MéxicoLindoyHerido.
A pesar de esos pesimistas exacerbados, que incluso
forman parte de los que encorvan la cerviz a la menor provocación y a veces a
cambio de nada o de migajas; he decidido amar en tiempos convulsos.
He decidido amar en tiempos convulsos al país que nos
ha tocado vivir y a este mundo loco que lo alberga, porque sé que este
sentimiento me impulsará a continuar trabajando de manera consecuente para
rescatarlo de los sátrapas y dejarlo mejor de como lo encontré, y estoy segura
que con ese ejemplo contagiaré a quien me rodea y en quienes influyo.
Decidí amar en tiempos convulsos porque un país no
consolida un régimen democrático por accidente, sino con acciones y
participación constante de sus ciudadanos.
Posdata:
“Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la
sabiduría y la de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad;
la estación de la luz y la de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y
el invierno de la desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos
absolutamente nada; íbamos todos derecho al cielo, todos nos precipitábamos en
el infierno. En una palabra, a tal punto era una época parecida a la actual que
algunas de sus autoridades más vocingleras insistían en que, para bien o para
mal, se la tratara solo en grado superlativo” Charles Dickens, en Historia de
dos ciudades (1859)
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!