@BarbaraCabrera
"Mis arreos son las armas; mi descanso el pelear;
mi cama las duras peñas; mi vivir siempre luchar"
El Quijote de la Mancha
Inició con la frase que Diego Fernández de Cevallos Ramos utiliza para culminar su primer saludo a la prensa, después de 220 días de cautiverio. Palabras lúcidas para un hombre elocuente que ha vivido las mieles del poder en distintos ámbitos y que el día de ayer regresa y no sabemos a ciencia cierta si este sea el reinicio de aquella carrera política tan polémica y controvertida. Quien no lo recuerde, baste ver como fluyó la información en las últimas horas, de cuando era Diputado Federal y apoyó la iniciativa para que fueran quemadas las boletas electorales de la elección de 1988; o aquel memorable primer debate televisivo entre los presidenciables: Ernesto Zedillo Ponce de León, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Diego Fernández de Cevallos, donde éste se ganó la admiración, respeto y voto de muchos y casualmente, días después del debate desaparece de la contienda y de la escena pública.
Desde ayer y no cabe duda que en próximos días, la mayor parte de los espacios de opinión y medios de comunicación hablaran sobre la liberación de Diego Fernández. Y aún en el entendido de que hay temas relevantes que tratar, como el caso de la defensora de Derechos Humanos Marisela Escobedo que fue cruelmente asesinada al clamar justicia para su hija asesinada. Y qué decir de la explosión de Texmelucan, Puebla y así nos podemos seguir con una amplia lista. No obstante, no me permitiré desperdiciar la oportunidad de esbozar mis consideraciones respecto al caso que ha acaparado la palestra pública: el ¿secuestro? de Diego Fernández de Cevallos.
Y lo haré con la mayor prudencia intelectual y objetividad posible, ya que estoy cierta de que el personaje de referencia genera los mismo rencores que amores profundos. Así que no tomaré partido en ninguna de estas dos radicales posiciones. Adoptaré mi papel de crítica de la realidad nacional.
Hombre polémico, de 69 años de edad. Abogado de profesión y político aguerrido. Acusado de manera constante de tráfico de influencias. Ha sido Diputado Federal, electo en 1991 para la Legislatura LV, siendo entonces coordinador de la Diputados panistas. De esa época data el mote de “Jefe Diego”. Ya en el puesto, solicita licencia para buscar la candidatura presidencial de 1994 por el Partido Acción Nacional. Y es importante traer a la memoria pública y abundar en lo dicho en párrafo que antecede, que en ese año, justo después de haber ganado adeptos en aquel citado debate, pierden fuerzas sus actividades; y por ende, sobreviene la eminente derrota electoral. En tal sentido se manejaron dos versiones y deseo ponerlas a consideración de mis lectores: la primera es que recibió dinero del gobierno y la otra, en voz del propio político que refiere que los medios de comunicación ocultaron deliberadamente sus actividades para dar esta percepción. Ambas interpretaciones son debatibles y se actualizan hoy en día con lo del secuestro de un abogado y político relevante.
Además, en el año 2000 fue Senador plurinominal por el PAN donde también coordinó a dicho grupo parlamentario y presidió la Mesa Directiva por dos periodos: 2001 a 2002 y de 2004 a 2005.
Como dato cultural, señalo que el de Diego, es el secuestro más largo del que se tenga registro en México, con una duración de 7 meses, 6 días.
Ya liberado, despierta suspicacias entre la ciudadanía. Se escuchan voces que se emocionan porque está con vida y ha concluido el cautiverio en que lo tuvieron los “misteriosos desaparecedores”; la otra parte molesta y pidiendo a dicho grupo se le lleven de nuevo. Ambas posturas son radicales. Lo cierto, es que habló ante los medios de comunicación a unas horas de la liberación. Su rostro con una barba larga y blanca se muestran fuertes al igual que su físico, que hace especular a gran parte que lo del secuestro fue una farsa, un circo orquestado por televisa que tuvo la exclusiva en voz de Joaquín López – Dóriga. No lo sabemos, aunque las verdades llegan tarde o temprano.
Llegó a su casa en el Distrito Federal con un ramo de rosas rojas que le entregó, acompañadas con un beso a su actual esposa de 33 años, Liliana León Maldonado. Todo parecía una trama de una novela del canal de las estrellas.
Diego preparara un boletín informativo para los medios, para explicar lo ocurrido. Habrá que estar al pendiente de lo que ahí se narre -¿pensará en escribir un libro?- y sacar nuestras propias conclusiones, sin convertirnos en jueces de la causa. Dice estar fuerte y haber perdonado a sus plagiadores y que corresponde al Estado hacer su papel con prudencia y mesura. Al periodista José Cárdenas, que fue el primer contacto de los “misteriosos desaparecedores”, le dijo “ya estoy en circulación de nuevo”. Leamos entre líneas y existe la posibilidad del retorno de Diego Fernández de Cevallos a la vida política nacional. ¿Cuál será su papel? ¿Será esto cierto? El tiempo nos lo contestará a su debido tiempo.
Y como toda regla, el expediente de este secuestro tiene excepciones, tan es así que a poco de ser difundida la noticia Felipe Calderón, se comunica vía telefónica con Diego Fernández, a quien le expresó –entre otras cosas-, que su gobierno aplicará toda la fuerza de la ley para esclarecer la privación de la libertad de que fue objeto. ¿Verdad que en el país la garantía de igualdad, consagrada en los artículos 1°, 2° y 4° constitucionales, no existe? Lo dejo a la reflexión.
Finalizo, enfatizando que el secuestro – liberación de Fernández de Cevallos, aunque dará materia amplia para distintos análisis políticos, no debe desviar nuestra atención de los demás temas que están vigentes y que requieren pronta solución: inseguridad en el país; muertos a diario (entre ellos el caso Marisela Escobedo); el alza a las tortillas y gasolina; la explosión en Texmelucan, Puebla y un largo e interminable etcétera.
Por hoy es todo, ¡Nos leemos la próxima!