14 oct 2015

EL MUNDO ESTÁ ENFERMO DE #POPULISMO

“El populismo es cuestión de retórica”
@BarbaraCabrera

Cuando escucho a algún político o gobernante utilizar líneas discursivas grandilocuentes que llevan implícita la fórmula mágica para cambiar la situación por la que atraviesa su respectiva Nación; o bien, para hacer notar “el buen rumbo” por el que conducen a su país, declarando entrelíneas, estar en jauja; y percatarme que la realidad está alejada de esas peroratas, iniciativas, promesas y decisiones, no puedo evitar ser una activa propagadora del sospechosismo, así como sentir el timo al que estamos constantemente expuestos los ciudadanos en relación a quienes -por una u otra razón- tienen las riendas en la conducción de las políticas públicas.
Es peor aún cuando un político le advierte a su pueblo sobre los riesgos que éste genera al igual que la demagogia, cuando sus acciones evidentemente no lo respaldan. Tal es el reciente caso del señor Enrique Peña Nieto, inquilino de Los Pinos, quien –junto a sus secuaces- han intensificado su mensaje contra el populismo.
¿Qué es el populismo? Debo decir a mis lectores que éste es un concepto que padece de ambigüedades: es bueno y malo; adecuado e inadecuado. Peyorativo, la mayoría de las ocasiones. Es pues, una de las nociones más confusas en el léxico político moderno.
Para dilucidar un poco al respecto, les diré que se conceptualiza como aquella doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su favor. En su sentido peyorativo, populismo hace referencia a las medidas políticas que no buscan el bienestar o el progreso de un país, sino que tratan de conseguir la aceptación de los votantes, sin importar las consecuencias.
A pesar de sus definiciones, populismo se torna en una expresión impresentable, a la cual podemos poner el destinatario, dependiendo de nuestras perspectivas y preferencias ideológicas. En esta tesitura, si las referencias son locales, los ejemplos pululan debido a que vivimos en un país corrupto con sus carencias y omisiones; o bien, abriendo el panorama, es oportuno observar fenómenos del ámbito internacional, como el caso Español con el Partido Podemos, el venezolano con el gobierno de Nicolás Maduro o al “suspirante” presidencial republicano Donald Trump, en Estados Unidos.
Lo que es un hecho, es que de nueva cuenta el populismo se pone en boga –por lo menos en los discursos-, la pregunta es ¿Cómo detectarlo?. Aunque no hay respuesta unánime para ello, veamos algunos síntomas de quien osa actuar como tal:
1) Tiende a convertir en villanos a sus rivales, a los cuales utiliza como una de sus principales armas para ganar adeptos, tanto del electorado como de la ciudadanía, una vez que ya está en el poder.
2) Pretende ser el héroe de la escena política y utiliza casi cualquier recurso de manera ilimitada –incluido el presupuesto público- para lograr su objetivo.
3) Sabe muy bien que las emociones mueven voluntades, y ante la escasez de su intelecto, se excede en su uso cual si su carrera no fuera política ni gubernamental, sino un guión de telenovela barata o de película de bajo presupuesto, con actores reciclados.
4) Vive entre la complejidad de las frases pre-elaboradas de los discursos que le preparan, a la vez intenta huir de las marañas que leerlas una y otra vez le ocasiona; por eso prefiere que las despensas, televisores y cuantas prebendas se sumen –a costa de los impuestos que todos pagamos- y entregadas a los sectores populares y necesitados, sean sus salvadoras.
5) A su alrededor son creadas y recreadas situaciones dignas de un drama televisivo: el campesino que le agradece los apoyos, las mujeres que lo vitorean, los jóvenes aplaudidores satisfechos recibiendo su lonche, los ciudadanos portando la camiseta del partido en turno; entre otros múltiples ejemplos y trucos que estoy segura todos conocemos muy bien.
6) Es un As en ofrecer soluciones rápidas, visibles y supuestamente permanentes, que al final se vuelven meramente cosméticas, las cuáles más que ayudar a resolver determinadas problemáticas, se regresan como boomerang con más complicaciones aún. Le encanta crear la sensación de que están sucediendo un sinfín de cosas buenas y anhela que ésta persita hasta el próximo proceso electoral.
7) Para lograr todo lo anterior -y más si fuera necesario- se apoya en un equipo de intelectuales orgánicos para escribir sobre ello, contrata por interpósita persona o dependencia gubernamental trolles y bots para el golpeteo y retransmitir el mensaje; es asiduo y paranoico de las Redes Sociales; se rodea de comunicadores –a quien recurrentemente tiene en la nómina- para que las mass media ideologice a determinado sector poblacional.
Tal parece que dicho fenómeno llegó para quedarse y es un virus que se propaga en todo el orbe ¿seremos capaces de detectarlo y coexistir con el sin que nos dañe? No olvidemos que este mundo, por sus habitantes, es tierra fértil para el populismo y la demagogia.
Es todo por hoy.
Nos leemos la próxima Nornilandia.