@BarbaraCabrera
“El
gobierno peor es el que ejerce la tiranía en nombre de las leyes”
Montesquieu
Estas semanas han sido intensas en el Poder Legislativo Federal, primero en el Senado, luego en
La cargada
para defender a ultranza los designios del Ejecutivo es notoria. Antes lo fue
con la reforma educativa, la hacendaria y la de telecomunicaciones; todas
controvertidas. En todas, el ciclo se ha repetido.
En estos días
el punto neurálgico que ocupa los pasillos y el salón de plenos de San Lázaro y
que se observa muy de cerca desde Los Pinos, es la joya de las reformas con las
que se alude, se terminará de “transformar y mover a México”. Desde mi
perspectiva, se termina de desempolvar el letrero de se vende lo que nos queda
de país.
Se buscan
sinónimos para no llamar expropiación al despojo de tierras, la creatividad
impera y se le denomina ocupación temporal.
PRI y PAN,
con su satélite, léase el PVEM no dialogan, no debaten, no escuchan, se burlan.
Esa cerrazón es la que molesta, la que daña, la que confirma la hipótesis de
que su entreguismo a intereses particulares es latente.
Esta parece
ser la principal misión que tienen esa mayoría aplastante, la que descalifica,
la que no escucha, la que dice no rehuir al debate, pero que no lo lleva a
cabo; la que esta cómodamente sentada en su curul y que recibe puntualmente las
felicitaciones del Ejecutivo; la que seguramente cree que las reformas no los
alcanzará, porque seguirán enquistados en el poder. A ellos se suman los que
aún firmando el “Pacto por México”, amagan con tomas de tribuna, aquellos que no
supieron defender como oposición el sentir ciudadana, lo que se entregaron cuando
les hablaron bonito al oído.
Esos mis lectores pasarán a la
historia como los “prontones curuleros”
¿Hasta cuando
seguiremos produciendo y permitiendo que eso ocurra? Digo, si hoy están ahí no
fue porque brotarán de una curul, los “prontones curuleros” han sido
consecuentados por los votos y hoy están protegidos bajo el manto del fuero y
por quien algunos reconocen como el presidente el turno.
Por hoy es
todo.
¡Nos leemos
la próxima Nornilandia!